lunes, noviembre 24, 2008

Echar a Volar


Había un hombre que yo conocía que siempre me contaba lo mismo. Decía que él solo miraba las puertas y las ventanas. Había veces que estando en algún lugar se quedaba atónito mirando las puertas, podía estar rodeado de gente que cuando estaba en un lugar cerrado sólo miraba las puertas y las ventanas. Decía que lo único que él deseaba era salir, dejar de sentirse encerrado hasta que un día despareció, no sé si fue por que consiguió escapar o que le ocurrió la cuestión es que no lo he vuelto a ver.
Así he empezado yo a sentirme, con ganas de escapar, de echar a volar como los pájaros en la cabeza de ismael y sus grandes huidas, me quedo embobado viendo una puerta, imaginándome lo que habrá detrás y nunca doy el paso que me falta para abrirla. Pasar el día en el balcón imaginando un mundo diferente, echar a volar, un mundo con valles y paisajes hermosos, donde el último recodo no ande perdido y errante, donde todo esté como debe estar, con su hombre de traje gris sin perder el corazón, con la sonrisa en el rostro, un mundo imperfecto pero hermoso. Ya casi no reconozco lo que es mi mundo a lo que es el mundo, y la cuestión es que no soy infeliz, pero quizás, si escapara, si saltara un día por la ventana y echara a volar, pudiera ser que me convirtiera en alguien especial y no en la simple persona que soy ahora.

miércoles, noviembre 19, 2008

La chica de la cafetería

Y sin embargo. Joaquín Sabina, Darle al play

Los recuerdos son un regalo que el tiempo te hace, de ahí que sean algo muy preciado para mí; me han enseñado a vivir mi presente preparando el futuro sin olvidar mi pasado; por ello, los antiguos recuerdos que me interesan los guardo con cariño y los que no me interesan los quemo para que no molesten, siempre intentando hacer nuevos recuerdos. El recuerdo más preciado que tengo es Eva. El día que la conocí. 

Recuerdo el día que conocí a Eva, lo tengo grabado a fuego en mi retina. Era un día lluvioso, una lluvia como un estertor, una pequeña capa de agua constante que mojaba y enfriaba pero que hacían que ese día estuviera bello miraras por donde miraras, con su cielo blanco, su textura grisácea y opaca y las flores del jardín empapadas. Era mi primer año en la universidad y estábamos en el último mes de invierno y la primavera empezaba a asomar la cabeza pero el invierno aún nos regalaba días tan hermosos como aquel. 

Todo empezó en la biblioteca, por aquellos entonces estudiaba filosofía, y en aquel específico día preparaba un trabajo para “Historia de las ideas Políticas”, el trabajo estaba casi terminado pero había un concepto que yo no entendía, estuve casi una hora pensando en aquello, y durante esa hora, tres mesas más atrás, una chica; una chica que cada vez que yo levantaba la cabeza ella levantaba su mirada y coincidía con la mía con una compenetración casi natural, incluso algunas veces nos quedamos varios minutos mirándonos esbozando un tibia sonrisa. Pasada la hora descubrí cual era el concepto que me hacía falta: “El príncipe de Maqquiavelo”, eso era lo que me faltaba, así que me levante y me dirigí hacía el fondo de la biblioteca, no había nadie (debido a la hora y que en una biblioteca de filosofía siempre hay poca gente). Estuve buscando el libro y cuando di con él una voz tan tierna como dulce: -Perdona, ese libro me hace falta, vas a estar mucho tiempo con él-. Recuerdo que en el tiempo en que tardé en darme la vuelta y mirar, recé para que fuera ella y por suerte así fue. Yo me quedé callado y sonriendo como un inútil le di el libro ella me sonrió y volvió a su mesa. Pasé casi una hora y media sentado en mi mesa pensando en ella, y mirándola, pero ahora apartaba la mirada cuando éstas se encontraban, supongo que por vergüenza. Ella se volvió a levantar, recogió sus cosas y se marchó. Esperé unos minutos y me marché. Cuando llegué a la puerta del edificio ella estaba allí, no llevaba paraguas.

-Toma, yo no lo necesito.- Le dije sin pensarlo mucho, mientras ella se quedó allí mirándome con una sonrisa de inútil, cogió mi paraguas y dio media vuelta, yo me coloqué la capucha de la sudadera y suspiré. Ella volvió a dar media vuelta, me volvió a sonreír.

-Al menos déjame que te invite a un café.- Otra vez esa voz tan tierna y dulce. 

No hace falta decir lo que pasó a continuación, aunque me mojé un poco, pasamos corriendo el jardín que separaba la biblioteca del aulario y fuimos a la cafetería,  estuvimos allí…? la verdad es que no sé cuanto tiempo estuvimos allí, los dos teníamos clase, pero ninguno acudimos a ellas, hablamos durante horas, de muchísimas cosas, frente al cristal de la cafetería manchado por las gotas de lluvia que caían. Llevaba el pelo recogido en una cola y dos mechones le caían por el rostro hasta las mejillas, tapando uno de sus grandes ojos negros. Tenía la mirada más perdida que jamás había visto, y su sonrisa esbozaba una inquietante tristeza. Pasaron las horas y nosotros seguimos hablando y sonriéndonos como dos colegiales. Comimos allí y casi cenamos, hasta que se hicieron las nueve de la noche, hora del último autobús. La acompañé a la parada y antes de que llegará el autobús me besó, nunca sentí algo igual, antes de rozar mis labios con los suyos parece que el tiempo se cansó de girar, cerré los ojos y fue como si el mar y el cielo se juntarán en uno con un estruendo endemoniado, impulsando todos mis puntos nerviosos y casi destrozándome el alma de una estocada. Y ella se marchó. Subió al autobús y desapareció como desaparecen los ángeles entre las tinieblas.

 Los días siguientes fui a la cafetería tal y como acordamos pero ella nunca apareció, a veces pienso que todo fue un maravilloso y triste sueño pero, aún así, seguí visitando la cafetería por si ella aparecía, pero nunca lo hizo, aún ahora, muchos años después me pierdo algún día y me siento en la cantina al lado del cristal acordándome de ella, aún cuando llueve y veo un cristal manchado por las gotas se me enternece el alma. Aún mantengo esa esperanza.

justo despues de hablar contigo

Justo en este instante, me pongo a pensar en el largo rato que nunca hemos pasado juntos, y sólo por unos instantes me siento bien, ahora tan de noche, tan de frío que hace creo en ti más que nunca, por que aunque no escuche tu risa, aunque no vea tus ojos, tus preciosos ojos clavados en la nada de una mirada perdida, que parece que siempre encontrará algo a pesar de que nunca lo encuentra. Aunque no te vea se que estás ahí riéndote conmigo, sufriendo conmigo, viviendo conmigo y aún sin saberlo, me parece que nos queremos, tanto, tanto, tanto que hasta duele de una manera tan sana y tan expresiva. Creo que llegará el día en que te vea y no haga falta decirte lo que siento, ni lo que pienso, en la que pondrás mi mano en tu pecho y nuestros latidos se sintonizarán de una forma tan especial que hasta los relojes de la naturaleza se pararán para darnos ese momento nuestro, ese momento que nos merecemos y que nunca hemos podido disfrutar. Justo después de hablar contigo me siento vivo, me siento en paz, me siento calmado, amable y feliz, aunque tú no estés aquí, aunque tú no sepas que yo si estoy.

sábado, noviembre 15, 2008

Brugal, un vestido y una melena negra.


Son raras las noches en las que me doy cuenta de lo que pasa a mi alrededor, normalmente las paso hundido en mi propio mundo y en mi pensamiento extraño y raro, vagabundeando por cosas a las que yo mismo no les encuentro sentido, pero hay otras noches. Noches en las que azuzado un poco por un poquito de brugal, sueño despierto pero no en mi cabeza ni en mis pensamientos sino en la realidad que me rodea, a veces puedo parar el tiempo por unos segundos o esa es la sensación que yo tengo, ralentizo un paulatinamente todo lo que envuelve hasta que consigo parar del todo; en esos momentos intento quedarme con algo, con alguna imagen, un recuerdo para que cuando vuelva a mi mente llena de caos y de incongruencias metafísicas pueda tener una ínfima oportunidad de encontrar algo que le de sentido a todo ese desvarío enajenado que es mi pensamiento. Ayer tuve una de esas capturas ralentizadas. Un vestido negro y una melena negra, no me pude fijar mucho en el rostro de la muchacha que lo llevaba, pero su silueta girando lentamente quedó grabada a fuego en mi cabeza y a hielo en mis retinas; estaba bailando. Es difícil imaginar el poder que tiene la danza en mí, es algo que me cautiva y me da terror al mismo tiempo, por que hace aparecer en mí los instintos más primarios de mi naturaleza, a pesar de que siempre intento reprimir lo que siento y razonar hasta unos límites casi inhumanos, cuando encuentro una mujer de esas características moviéndose con la dulzura de un ángel flotando como dos gotas de agua en medio de lluvia, el corazón se me cierra como si fuera un puño de piedra, las arterías se me comprimen, y la tristeza me abandona por un segundo. Ver moverse una figura entre sombras borrosas y extrañas, mientras una melena lisa, azabache y oscura sigue al cuerpo con una perfección milimétrica me desinhibe de tal manera que por unos instante encuentro la felicidad, el nirvana más absoluto, aunque después, todo vuelvo a su estado normal, el tiempo empieza a correr a la velocidad vertiginosa de siempre y mi tristeza me vuelve a envolver, entonces llego a mi cabeza y a mi autismo permanente y vacío donde sólo quepo yo y nadie más, aunque a veces entre tanta oscuridad el recuerdo de una mujer de piernas largas y figura esbelta que baila para mí con su precioso pelo negro hace que unas poquitas y pequeñas partículas de alegría invadan mi estrafalario mundo.

El prícipe que nunca fui

Siempre me sentí como el príncipe que recorre el largo camino lleno de abundantes peligros en busca de su princesa y cuando mata al dragón y llega a la torre, ya no queda nada más que escalar la torre, se echa a atrás y huye. En cada huida todo es diferente y, al mismo tiempo, todo es igual. Hay veces que salgo corriendo cuando veo al dragón y otras no llegó ni hasta la hoguera, otras veces subo hasta la torre y decido salvar a mi princesa pero ella no está; hasta que un día dejé de montar mi caballo, deje la armadura en el desván y me volví normal. Al principio quise volverme rana y pasar mis días al lado del estanque esperando a que mi princesa viniera a buscarme, pero el miedo… así que estudie y conseguí un trabajo de oficinista y continué con el ritmo biológico habitual de la vida. A veces, miraba mis fotos de príncipe y recordaba los torneos de justa, las batallas, las cacerías pero siempre recordaba a mi princesa, una que no tuve, una que no estaba. Y de repente mi despertador, suena. Son las 7. Vuelvo al trabajo, en el tren veo a una muchacha, con un traje de chaqueta, pero en mi cabeza se vestía con ropas de seda y oro, su pelo suelto y ondulado con su diadema de diamantes, sus hombros descubiertos y su sonrisa de princesa, con los ojos tristes de tanto esperar a su príncipe. Y algo se remueve. Algo me acuchilla el estomago a base de nervios, cierro los ojos, aprieto los puños y hago el amago de acercarme a ella subido a lomos de un corcel blanco y hermoso, pero siempre me quedo sentado en mi sitio, soñando despierto hasta que el tren para. Bajo. Llego a la oficina y vuelvo a ser aquel aspirante de príncipe que fui una vez y siempre seré.

miércoles, noviembre 12, 2008

Reflexiones y pensamientos sobre la metafísica y otros temas vitales y transcendentes sobre la vida con un par de petardos de maría más de la cuenta

Lo primero que pienso es en que el título es muy largo pero queda muy filosófico, aunque alguna coma le hubiera venido bien. La vida, gran palabra, un vocablo increíble por todo lo que abarca y lo que trasmite, el logos, el ser antropológico introducido en ese gran viaje que es la vida. Ahora que estamos en crisis es casi sorprendente que yo por ejemplo no esté preocupado y eso que ahora se lo que significa la palabra euribor aunque no preocupa demasiado. Un amigo mío se va a Bruselas a hacer sus sueños realidad, sí rotundo cambio de tema, cosas de la hierba. Por ende, que una de las personas que considero casi como un hermano, no por nuestra relación, casi inexistente, presencialmente hablando, sino por lo que representa, un joven de 20 años que va a realizar uno de sus sueños, y yo, en cambio, estoy acojonado de ir a Murcia a estudiar una carrera casi con 27 años, tal vez por que ya me he acomodado a mi trabajo. Otra incongruencia de la vida, que vocablo dios mío, vida (ahora me lío otro petardo). Manga japonés, me quedan seis cigarros y Sabina que suena de fondo yo no quiero, la Laika que esta durmiendo pegando botes, que diablos estará soñando; un mosca que revolotea (todo esto son los efectos del Thc) porque mi mente funciona así. Visualizo miles de imágenes, las intento alinear y ordenar para que tengan algún sentido, muchas de ellas son imaginadas, inventadas o creadas para poder librarme de este hastío que me sumerge y me empapa. Sigo mirando y veo sobre todo chicas, mmm! Siempre estoy igual pensando en lo mismo. Pero pronto distingo una imagen real y verdadera que se acerca y me persigue como un reo a su castigo. ¿De qué hablamos? Así de la vida, bonita palabra, y otra vez ahí, está, preciosa y bella como una figurita de esas que hay en los todo a cien, de esas que ya tienes mil pero sin saber porque esa debes comprarla porque te llama, te mira y si te hace imposible irte sin ella; joder muy gráfico mi ejemplo, bueno las metáforas no son lo mío (ahora me río y mucho, siguen siendo los efectos del thc). Bueno después de esta gran analogía, así coño, la vida tiene muchas cosas, buena palabreja “vida”, eh, y es que ella se acercaba a mí de una manera tan a lo Marylin, buffff(expresión juvenil). Y claro, la gramática la estoy dejando perfecta; tanto me engancho ella, que diez años después la sigo teniendo en mis recuerdos, incluso yendo fumado hasta las trancas, ella esta tan bonita, yo me torcí tanto sin ella...
Bueno todos los ensayos filosóficos tienen su conclusión, la mía es que, a parte, de que la vida es una palabra preciosa y que significa muchas cosas de las que yo no tengo ni puñetera idea, también sé que cada vez que me despierto la vida me sorprende con algo nuevo y me dedico a vivir lo que la vida me da, sin necesidad de marearme la cabeza en más cosas, tan sólo vivir…

jueves, noviembre 06, 2008

Epitafio

El pasado día 16 de febrero falleció D. Daniel Díaz Saorín a la edad de noventa y tres años de edad. Falleció en su casa acompañado de su mujer e hijos a causa de un cáncer de pulmón que padecía desde hace varios años. Ayer fue sepultado en el cementerio de Cieza, su pueblo natal y dónde paso casi toda su vida después de un hermoso sepelio en la parroquia de San Juan Bosco.
D. Daniel Díaz Saorín terminó su vida siendo profesor de filosofía en el instituto que lo vio crecer como persona y como artista. Aunque sus alumnos siempre tendrán un buen recuerdo de él, este genio de la literatura moderna será recordado por sus obras literarias como: “Detrás de la sombra”, “En el parque” o “La triste vida de un triste” entre otros libros impregnados de una fuerte pasión por el amor, el idealismo de una vida mejor y la defensa del arte del pensamiento y el razonamiento frente a la vida. Aparte de su belleza prosaica y de sus dotes como escritor será recordado por su gran trabajo realizado en la Real Academia de la Lengua defensor de la letra ele minúscula y ganador de premios relevantes como el Cervantes de literatura, el premio príncipe de Asturias de las letras, el premio Planeta y próximo acreedor del premio Novel de literatura a título póstumo. Amante de la música de cantautor, sus últimas palabras escritas aparecen en su lápida con un epitafio que reza: <> Tu mujer e hijos te recuerdan con amor.

martes, noviembre 04, 2008

Ayer noche.

Ayer noche fue maravillosa. Te recogí a las seis, fuimos a esa cafetería que tanto me gusta, decorada con antiguas estrellas de holliwood, tomamos capuccino y hablamos como si nunca lo hubiéramos hecho, le dabas vueltas al café como le habías dado la vuelta a mi vida, cogías la cucharilla con tus manos blancas y finas y yo suspiraba, a veces me quedaba en silencio mirándote con cara de tonto intentando parecer más interesante de lo que en realidad soy. Terminó la velada y tú te querías ir, eran casi las nueve, estiré mi mano y te dije ven, sonriendo como un enamorado, me dijiste que no podías pero en realidad no querías, por que yo no te gustaba, por que era poco para ti, pero te insistí, te lo volví a repetir: ven conmigo, y no sé por qué me cogiste la mano en la puerta de la cafetería y accediste. Abrí la puerta del coche para ser caballeroso y subiste al coche como una princesa en su carroza. Llegamos al restaurante, era precioso, parecía sacado de los años ochenta, después de pedir, te invité a bailar, y al ritmo de la orquesta que tocaba una canción de los eagles bailamos como dos nubes en un cielo plagado de gente y camareros, bailamos por unos minutos pero a mí se me hizo eterno, pude morir y volver a nacer en tus ojos, en tu mirada despistada que no me decía nada y a la vez me contaba tanto, me pisaste y me pediste perdón, yo volví a sonreír, te di la vuelta y te abracé, y un extraño voltaje recorrió nuestros cuerpos como si fueran uno sólo, te sentí dentro con calor y con frío al mismo tiempo y me volví a enamorar de ti, de tus ojos oscuros, de tu pelo negro, de tu mirada triste .....

To Be continued

domingo, noviembre 02, 2008

¿He estado enamorado?

Ayer me preguntaron si alguna vez me había enamorado, y yo, tranquilo, interesante y un poco arrogante sonreí, tomé aire un segundo y suspiré, me senté y empecé a hablar. Le conté todos mis amores, empecé por el primero y continué desordenadamente, le dije como perdí la virginidad con “la dama del alba” de Alejandro Casona, como pasee por las calles de Mont mattre en su época dorada y bohemia y amé indecentemente a Satine, mientras me cantaba al oído en el Mouline Rouge (Perdonar los nombres en otro idioma). Amé a Penélope en Ítaca antes de partir en mis viajes, y le fui infiel con mil sirenas desconocidas mientras ella tejía y destejía. Fui la música de Drew Barrymoore en tú la letra y yo la música. Amé en secreto a Jane Austen, y a Anne Hattaway, en una diligencia hacía Londres mientras me escribía “Orgullo y prejuicio”.

Me enamoré de Rory Gilmore cuando estudié en Yale y fui periodista en Harfold, pasé muchas noches en un cementerio viendo las estrellas mientras Jaimie Sullivan me abrazaba con una escandalosa decencia, me acosté con el putón de la prima de Sabina y pasee a su perro salchicha mientras heredaba una botella de ron de un clochard moribundo… Me colé en el infierno de Dante en busca de Dafne, amé en silencio a la regenta, y casi estuve a punto de casarme con Dulcinea. Mclan le hizo una canción a una novia mía que se llamaba Carolina. Catherine Zeta Jones me besó detrás de una mascara de zorro. Y ayudé a Shopie Nuveau a resolver un código y aunque nunca pasó nada se podía notar la fuerte atracción que había entre nosotros. Años antes le puse los cuernos al Rey Arturo con Ginebra, y cómo no, desvirgue a Campanilla sin que Peter se diera cuenta. Blancanieves se divorció del príncipe por mi culpa. Y Marylin me quiso en el piso de arriba, y que no se me olvide que en un pueblo con mar después de un concierto me líe con una camarera (punto importante de la historia).

- Si son todas personajes de libros y de películas!!!!!!!Gritó con desairé.
Yo volví a sonreír y le dije, -sí. Hay una mujer real, que es todo lo que te he dicho, todas esas personas, todas esas historias; la mujer más bella que he visto aunque hace 10 años que no veo pero siempre pienso en ella. Ella fue mi pañuelo cura-fracaso, me amó de verdad, cosa difícil en tiempos de crisis, y aunque sólo la tuve unos meses aún la espero en el balcón de sus ojos de gata. Espero a que aparezca, tal vez como una criada francesa o como caperucita huyendo del lobo y no como ave de paso. Que venga como una canción de Ismael, quizás como Nicole Kidman en embrujada o Kistern Dunst en Maria Antonieta, a lo mejor será Lana Lang en Smalville y yo seré un extraño kriptoniano con asombrosos poderes o será la furcia y yo el millonario de pretty woman o quién sabe, a lo mejor será Marian y yo Robin de los bosques. Lo que es seguro, amigo mío (dije yo) es que sí que he estado enamorado, porque siempre lo he estado, de una manera u otra, y que siempre lo estaré mientras tenga imaginación para estar loco.

(Para ti, nunca lo leerás, pero los tres meses que me diste me hicieron vivir, ahora que he vuelto a la vida me he dado cuenta, perdón por el retraso).