martes, octubre 27, 2009

Que llegue la noche

Deja esta noche tu ventana abierta, deja entornada la puerta de tu balcón para que suba de madrugada, para que pueda trepar por la pared de mis anhelos hasta tu alcoba, déjame entrar en la habitación de tus sueños y me acurruque en tu regazo mientras me acaricias la frente, y por fin poder dormir. Esta noche deja abierta la puerta de los paraísos más ocultos y yo me colaré sin que nadie me vea, oculto en la noche tan sólo para abrazarte mientras me tiendo en tu lecho, te leeré cuentos de amor para que encauces tu sueño y velaré como un vigía celestial para que nada perturbe tu sueño; si dejas abierto el balcón, al entrar te besaré el cabello y me quedaré a tu lado, apretaré tu mano hasta que se pierda el frío de los pies, te miraré mientras duermes y lucharé contra tus pesadillas, me transformaré en un caballero de resplandeciente armadura, mataré dragones y te salvaré de castillos tan altos como el cielo, y al alba, amor mío al alba (esto es de Aute), al alba desapareceré, antes de que abras los ojos, tus hermosos ojos, y cuando el amanecer te despierte con la dulzura con la que sonríes, verás un lirio en la almohada, la ventana abierta con las cortinas ondeando al aire y el aroma en el aire de un beso que se pierde lentamente a lo lejos…

lunes, octubre 19, 2009

El callejón de los sueños

Hay un callejón al que suelo ir cuando algo me turba, es una calle mágica que vi una vez. No recuerdo el nombre de la calle, está en Córdoba y sólo he estado una vez siendo niño, pero recuerdo muchas cosas de aquella vez, y siempre que algo me inquieta mi mente se va hasta allí:

“Existe un lugar, un lugar tan bello que siempre es de día o siempre es de noche; un lugar que cuando se pasea por él se puede elegir el color, el aroma del viento, el clima, todo lo que puedas imaginar. A veces, el callejón está oscuro para mí, a veces la calle se ilumina, llenándose de flores de colores etéreos y abigarrados, hace frío y calor; y otras, las calles desaparecen y un valle hermoso aparece de la nada, con un trigo aún verde y un olor a esas castañas asadas del invierno. Pero casi siempre, encuentro un pequeño taburete y flotando en el aire una guitarra brillante y luminosa que suena sola, cada cuerda que vibra es una letra que me dice que la agarre y cante, yo nunca canto, yo nunca compongo, son las normas de mi alma, ni canciones de amor ni partituras de amor, sólo palabras de amor. Pero hay algunas veces que en mi mente, en el callejón de los deseos todo lo imposible se torna claro, lo gris se pierde en la luz y el color me envuelve, la alegría nace de mi triste vida, desparece esta eterna soledad que tanto tiempo me acompaña y el dolor empieza a desaparecer a medida que la madera del mástil se funde con mi mano, y el cuerpo de la guitarra se asienta en mi rodilla, y entre traste y traste siento besos y besos que me llenan de la salud necesaria para cantar.
Canto, y a medida que canto todo toma diferentes formas, y según salen las palabras siento amor, amor y desengaño, porque todo es lo mismo, alegría y tristeza, al final todo es pasión, no hay agua sin fuego ni tierra sin cielo; y empiezo con un do mayor y mi mano cambia en perfecta simbiosis, dando gracias porque el amor me llena, y la luz me sacia, y pienso… quiero vivir en tus manos, quiero vivir en lo dulce que se desprende de tu mirada… siempre perdida, quiero mirarte, porque mirarte es como regresar a casa en un día de lluvia, es el ansia del inquieto, es la paz de la quietud, es el oleaje del mar, que a veces está rabioso y otras en perfecta calma; canto porque estás en mi mente y mi callejón me lleva a ti, me lleva a amar, me lleva al amor, y mi canción me lleva a sentirte, sentir los colores de tus ojos, el azúcar de tu vientre, el calor de tu pelo en mis dedos como las cuerdas de mi guitarra… hasta que comprendo que tú eres mi callejón, que cuando algo me turba vuelvo a ti, que tú eres el fuego y el alma, la pasión, el todo y que tú cuerpo es mi guitarra y tú alma mi canción…”