martes, agosto 25, 2009

Vámonos (Continuación)

Vámonos” me dijiste con la mano extendida tocando con la punta de los dedos mi corazón, notaba el aire que giraba entorno a tu brazo con una fuerza invisible y desgarradora que me golpeaba el pecho como si latiera el corazón por fuera, “qué, cómo, estás loca” repliqué con asombro.

Sonrisa, ojos, cara todo era igual que en las noches de Portugal, llevabas el pelo cambiado, tu flequillo casi no dejaba ver tu frente, aquella que tanto besé en las noches de abril, tus ojos grandes serpenteaban mientras se clavaban en mí paralizándome con tu veneno de tarántula, tu figura seguía siendo un poco delgada pero la belleza en ti era innata, rebosaba en cada átomo, por cada poro, por cada recodo de tu maravilloso cuerpo, cada resquicio de tu alma. “Dije que volveríamos a vernos ¿no?” sin parar de sonreír cogí tu mano, me aferré a ella como el alma se aferra a la vida, como las estrellas se aferran al cielo para no caer en el abismo oscuro, más que andar me arrastrabas hacia la puerta, el sol ya asomaba despuntando al alba anunciando que la luna debía de terminar su turno e irse a dormir al otro lado del planeta “un largo viaje para descansar” pensé.

Caminabas un paso por delante de mí, atoándome de la mano, incrédulo aún, suspirando como un perro que se aburre pero lleno de felicidad: “¿qué haces aquí?, te hacía en Coimbra o en algún otro sitio extraño” El sol ya me alumbraba, la hierba de aquel parque relucía por las gotas del rocío y un extraño olor a playa me invadía el olfato.
“Te lo prometí o al menos te dije que nos veríamos”. Volví a suspirar y por fin vi la debilidad que tanto buscaba, vi sus nervios. Agarraba el café con las dos manos supongo que para sentir calor en las manos, meneaba el pie sin cesar y un pequeño temblor la delataba:
-Te acuerdas, recuerdas cuándo nos conocimos- me dijo con la voz igual de temblorosa que los dedos con los que apretaba su café. –Dime que lo recuerdas- repitió.
-Si, claro que lo recuerdo.- Si existe la felicidad, esos días llegué a rozarla (claro que eso no se lo dije).
-Recuerdas que estabas mal, estabas muy mal.
-Si.
-Y sin decirme nada yo entendí que me necesitabas, y yo permanecí a tu lado- Se volvió hacia mí con los ojos llenos de lágrimas, me siento mal por pensar así, pero benditas lágrimas que te trajeron a mí, bendiga Dios ese dolor que sentías porque tu necesidad era mi necesidad y tu desgracia mi fortuna.
-Pues ahora yo no te digo nada a ti.

Terminó la conversación ahí, yo entendí. Te abracé y terminó el alba de asomar la testa entre las nubes hechas de algodón rosadas. Aquella noche dormiste en mi cama, yo en mi sofá, aún lo recuerda mi espalda. Aquella noche mi cama estaba feliz, tanto hacía que no tenía visita, tanto que no poseía un olor ajeno y al día siguiente….


Continuará…..

domingo, agosto 09, 2009

Historia de un reencuentro....1ª Parte


Como un Flash que te deslumbra, una luz cegadora que te nubla la vista y, a pesar de la luz, te sumerge en las más oscuras tinieblas por unos segundos, verte allí fue como el tintineo de la mañana, el estertor armonioso de una hoja calada por el rocío imperecedero de la mañana insidiosa. Tardé unos segundos en reconocerte, en mirar dentro de ti para reconocer tu alma, me acerqué para sentir ese calor que hace unos años me diste. Tu mirada permanecía clavada en mí: “Con estos ojos puedo parar el mundo” me dijiste una vez, y yo te creí. Avanzaba entre la gente y nadie parecía darse cuenta de nada, nadie se imaginaba que dos almas separadas se estaban volviendo a unir, y a falta de unos metros sentí el latido de tu corazón y lo reconocí, reconocí el amor que irradiaba, puro amor, puro deseo; te apartaste el pelo de cara, esa era tu marca, esa era la señal y entonces estuve seguro, mientras tú reías y yo me desesperaba, mientras tú me mirabas y yo me deshacía como un pedazo de hielo. Esa sensación que recorría mi cuerpo, impulsos eléctricos que me aturden una y otra vez, esa angustia antes de tocarte, la quemazón en el pecho, la presión en la sien y las hormigas recorriendo mi estomago devorando mi alma sin piedad. Quedé inmóvil, imperecedero ante ti a escasos dos metros, casi dos años y una miríada de kilómetros, de los que me arrepiento uno a uno, y después de acordarme de la puñetera cobardía, lloré. Lloré como un perro que pierde a su amo, como un niño que no encuentra un juguete, como un amante cuando se da cuenta que es feliz…. Ella se movió, no lo vi pero lo sentí, sentía todo, cada paso, cada momento, cada latido, cada todo… Te vi venir, te vi andar, incrédulo y a un paso de mí me volviste a coger de la barbilla, como hiciste hace casi dos años en aquel banco de la avenida de la libertad, querida Lisboa que nostalgia de ti….. “siempre que nos vemos te encuentro llorando, nenaza” me dijiste con esa voz que tanto me calmó aquellas noches de abril. Sin un segundo para recordar, sin minuto para pensar que hacías allí, a qué habías venido o por qué llevabas aquel vestido blanco que se te trasparentaba al trasluz y que llevaste aquella última noche, aquella noche en que cerraste la casa de fados para mí, aquella noche que oí tu voz como si fuera un pecado, aquella noche en la que me tuve que marchar con tu canción en mi tímpano resonando como los truenos en la oscuridad de la tormenta, aquella noche que me regalaste el calor de tu cuerpo, la noche en la que me fui con tu imagen clara machacándome la mente y con el aroma de las flores que dejé en tu cama mientras dormías, el miedo a no verte más y el sentimiento de contrición por no quedarme a tú lado como me suplicaste.

No quise pensar, no quise reaccionar pero mis brazos se movieron solos, mi cuerpo aún eléctrico se movió sin pensar y te abracé con toda la fuerza que me dio el encontrarte de nuevo, con todo el amor que surgió al ver un fantasma que regresa del infierno de Dante para verme y cuando tus brazos me rodearon convirtiéndose en la más cálida y sedosa bufanda del mundo mi corazón se paró… “Eres igual de hermosa que tu canción” sólo le pude decir eso y mientras me atacaba a la boca con sus labios mi corazón volvió a latir, me cogiste la mano y me dijiste “vámonos” y… te volví a seguir….

Continuará...