lunes, septiembre 20, 2010

Semana


Los días pasan rápidos como un murmullo, un rumor que surge de las nubes uniéndose para cubrir el raso del cielo con un blanco inmaculado. Hace sólo una semana caminaba difuso, inquieto, con la mente turbada por miles de imágenes que se agolpaban en mi cabeza como un puzzle que no tenía solución.

Era el derecho…o quizás sea el izquierdo –no recuerdo- la parte de mi corazón que estaba vacía. A veces sueño que despierto en una casa grande con columnas blancas que se retuercen hasta el techo, bajo por una escalinata grande hasta un ventanal inmenso y el sol que entra a borbotones me ciega con dulzura, cuando consigo recuperar mi vista te veo, más bien te siento, tu silueta pequeña y perfecta frente a la ventana, el viento azota tu melena y el sol acaricia tu piel como si fueran mis manos, un vestido, blanco, te cubre el cuerpo dejando tus hombros al aire y tus piernas brillan como el oro. Elevo la mano para enredarme en tu cabello y tu olor me sobreviene como un latido fuerte y ruidoso en medio del pecho, casi estoy cerca de ti, de tocarte…giras la cabeza y me miras sonriendo y el sol me vuelve a cegar pero para cuando vuelvo a abrir los ojos ya no estás y despierto sólo, abandonado y entre sudores que me abrasan la piel como el fuego de la desesperación.



Estos ocho días se me han ido de las manos como se resbala el agua entre mis dedos, tengo en la cabeza tu recuerdo –desde hace muchos días sólo te tengo a ti en la cabeza-. Cierro los ojos y te veo abrazada a mi almohada y siento como la vida se me escapa por el corazón, como fluye tu dulzura por el aire que aspiro entrando en mis pulmones e inundando todo mi cuerpo, te veo entre mis brazos acurrucada en mi pecho con los ojos cerrados y doy gracias al cielo por este milagro... La tarde se cierne y la luna sale alumbrando mis ojos, calentando mi pecho y siento alas en mi espalda que azotan al aire mientras el suelo desaparece y sólo queda la paz de tu regazo. Llega la fiebre y el sudor de un cariño que arraiga en mi alma y que sólo sana con tus caricias. Sólo han pasado unos días pero habitas en mi corazón por años, en cada mirada una eternidad, en cada sonrisa la infinitud de una tarde llena de besos y entre labios cortados y el calor que desprende mi cuerpo el miedo que asoma cuando te veo desaparecer por esa maldita esquina que tanto amo cuando te veo llegar y que tanto odio cuando te veo marchar lejos de mí después de haberte dicho tantas cosas y tantas que me quedan por decirte…tantas letras que me quedan por escribir. A veces sueño que despierto y estás a mi lado, abro los ojos y sigues entre mis brazos acosando mis labios con tu azúcar, otras veces, abro los ojos y estás entre mis brazos pero no es un sueño sino un regalo

.

domingo, septiembre 12, 2010

Un momento a solas

No se paró el mundo, no sé detuvo el tiempo, al contrario, los minutos pasaron volando cómo si el mismísimo Dios quisiera darme la vida pero al mismo tiempo castigarme con la crueldad más fiera que existe. La penumbra lo cubría todo y mi cuerpo se desarmaba a una velocidad vertiginosa. “Felicidad, que bonito nombre tienes…” resonaba por mi mente, por mi rostro aguado con escasas lágrimas que emanaban de mis ojos perplejos, la sonrisa en mi boca y el preludio de que la tristeza se había marchado, hacían que mi corazón titilase vagamente como una estrella solitaria en un cielo raso, nocturno y azulado.

La oscuridad se iba deshaciendo muy lentamente entre suspiros, entre tus manos pequeñas y dulces, tus labios me rozaron y el desastre me invadió como una batalla que de antemano tenía, tengo y seguiré teniendo perdida. En un momento tu abrazo, tu cabello enredado, y al mirarme anidaste en mi corazón por los siglos de los siglos; escondías los ojos entre sonrisa y cariño, entre un amor que ya dura cien años. ¿Dónde has estado todo este tiempo? ¿Por qué este regalo ahora? ¿Por qué este sueño? Sueño que no tendrá fin mientras aguante tu olor en mi piel. Aún ahora que ya han pasado muchas horas, quizás demasiadas, sigo teniendo la sensación en mi boca de tener aferrados mi vida a tus labios carnosos, la escalera de tu piernas, tu espalda pequeña, tu regazo acogedor… Elevaste la cabeza y tu mirada se me clavó en el corazón como un puñal y mientras mi pecho sangraba el cielo se hizo carne, el azul se hizo mujer entre mis brazos y como un tonto enamorado lloré como un niño porque sabía que tu ausencia me abrasaría el alma, porque la melancolía de no tenerte a cada instante, a cada segundo, a cada momento me envenena la sangre.

Se hizo el día y con él mi desidia, volvió a mi corazón la tristeza y la pena pero con esperanza, quedó en mis manos el roce de tu piel tersa, en mi pecho restos de tu cabello alisado. Se hizo el día y con él, el abandono momentáneo pero quedó en mí el recuerdo de un momento a solas que perdurará toda la vida guardado en un baúl en lo más profundo de mi corazón; te vi alejarte y se me partió el corazón otra vez; me humedecía la boca y sentía de nuevo tus labios en ella; enamorado vi como te marchabas con tu imagen en mi cabeza y el reflejo de tu belleza en mi retina, tu hermosura en mis ojos para toda una vida. Se hizo el día y odie al mundo por no detenerse, por no parar siquiera un segundo, siquiera un latido, siquiera lo suficiente para que me hubiera dejado llorar esta alegría, para que no tuviera que llorar ahora escribiendo estas letras de ausencia y añoranza; sólo un momento a solas pedía y cuando lo tuve quise que durara eternamente.

Ya han pasado horas, vuelvo a decir que demasiadas, y la felicidad se mantiene integra y mi corazón late con fuerza porque con sólo un beso he sido feliz, con sólo una sonrisa he vuelto a ser hombre, con un abrazo he vuelto respirar aires de amor, con sólo oler tu pelo volví a llorar lágrimas de adolescente y con sólo una mirada me he enamorado. Ahora queda añorar y desear, viajar por mi mente a ese lugar maravilloso que eres tú, donde fui hombre otra vez y al marcharme dejé mi sentimiento, mi mente y todo mi ser. Ahora sólo queda esperar a que el tiempo me vuelva a llevar a ti, a tu regazo, a tu cabello enredado entre mis dedos y a tu sonrisa de niña pequeña, al cielo que hay entre tus manos y mi piel. Ahora sólo queda esperar para poder volver a perderme en aquella mirada que me desarmó y me desvalijó el corazón…mientras tanto cerraré los ojos para poder ver una vez más tu imagen en la oscuridad de la noche.

viernes, septiembre 10, 2010

Hoy (10 de septiembre de 1981)

Hoy será el día en que todo tendrá sentido, hoy será ese día en que todo cobrará sentido, las canciones de Ismael tendrán de nuevo su valor, el sol brillará en lo alto y el calor me aturdirá el cuerpo. Hoy mi cama se hará de nuevo pequeña porque aunque duerma sólo nunca más lo estaré, aunque la tristeza me vuelva a embriagar siempre habrá luz intensa iluminándome. Hoy será el día en el que seré lo que yo quiera ser y aunque al dar las doce tú volverás a ser cenicienta y el cuento acabe seguiré siendo el hombre que quiero ser, quizás un corsario temible que te rescate de un barco pirata, un príncipe a lomos de un caballo alado que mate dragones y escale castillos o quizás un pobre ser humano que ha encontrado la libertad en brazos de una fiebre pueril. Hoy seré, hoy haré, hoy viviré todo lo que quiera, mis palabras no será esclavas sino de ti, mis manos no serán sino el hueco donde descanse tu pelo y mi cuerpo no será otra cosa que el hogar donde descansarás. Hoy recitaré versos de amor:

Mi voz resuena. Resuena
en lo alto y sube
enredada en tu vestido,
letra tras letra se esconde
bajo la luna de Lorca,
mágico compás,
busca el orden sin diapasón,
el amor, todo, está en él,
palabra, letra, silaba:
gira, corazón;
gira, corazón.

Hoy tendré una de arena y sentiré la piel mientras me deshago en el más puro de los deseos, tendré una de cal y se me negarán besos, abrazos pero mi sonrisa no desfallecerá, porque me ilumina cómo una luna intensa y grande. Vestiré con tu cabello mis sábanas, con tus manos mi piel y de deseo mi mirada juntando pasiones en mi cabeza y aderezando la vida como tintes de alegría; brillará el sol, Dios! Si brillará en todo lo alto, hervirá otra vez mi corazón y pintaré tu ausencia de recuerdo nimio y candoroso, pasaré de verano a primavera porque tu calor no me abandonará jamás y reiré mientras me quedé aliento en los pulmones.

Hoy la palabra pena dejará de existir, la oscuridad se perderá en la otra punta del mundo y tú te volverás a hacer tan grande como ilusiones albergo en yo en mi pecho, hoy todo será posible y al dar las doce acabará un cuento de hadas, pero quedará en mí la esperanza, nacida de ti, de tu piel, tu sonrisa, tus enojos, tus caricias… mañana quizás venga dolor, pena o tristeza, lo que el futuro depare… mañana, pase lo que pase, quedará en mí la esperanza que sin darte cuenta y sin querer dejaste un día en lo más profundo de mi alma.

sábado, septiembre 04, 2010

Muros y piedras

Pensaba que levantando estos muros estaría a salvo; pensé (ignorante de mí) que entre estas cuatro paredes levantadas piedra a piedra de rencor, resentimiento y soledad estaría seguro. No colgué retratos ni fotografías, si quiera un cuadro de algún recuerdo todo lo dejé atrás, todo lo enterré para no convertirme en estatua de sal y entre cuatro paredes busqué redención.

Incauto de mí… pobre de mí…pensé que estaría a salvo pero las piedras dejan rendijas, los muros dejan grietas:



“Paseaba por mi cuarto, tocaba aquellas paredes rugosas y las sentía latir, notaba sus palpitaciones, creía estar a salvo entre los muros pero en la oscuridad se hizo un halo de luz, un fino hilo que entraba con una firmeza devastadora e inconmensurable, un rayito de esperanza que irrumpía para mi asombro, tan pequeño como la estrella de la que emanaba. Tardé poco tiempo en dormirme y entender que mis muros palpitaban, que las piedras no eran otra cosa que mi corazón latente donde permanezco encerrado; y al volver a ver tu rostro cálido y risueño entendí que tú eras la luz que poco a poco va encontrando rendijas en él, agrietando paulatinamente aquellas piedras (cicatrices) que apilé con tesón. Poco tardé en entender que eras la estrella pequeña, y al mismo tiempo tan grande que irradiaba tanta luz. Poco a poco los muros van cayendo, para desgracia mía, lentamente todo se desmorona y los fantasmas dan la cara, asoman retorcidos en mis pensamientos cuando te tengo delante… el silencio que me incendia el corazón al no poder decir aquellas palabras que deseo decir y que tropiezan una y otra vez con las paredes que levanté. Tras el silencio mis manos, heladas, que anhelan tocarte, acariciar tu cuerpo adolescente con la dulzura que guardé tanto tiempo para ti, mis brazos que se retuercen por no poder estrecharte bajo la oscuridad en un abrazo efímero y eterno, mi cuerpo entero que desea respirar los surcos de tu piel palmo a palmo. Tras mis manos y mi cuerpo mi boca que me odia por no besarte; mis labios germinados a base de la distancia que nos separa, entre los pensamientos que tengo y a los que hago caso; por no tenerte tendida en mi lecho adorando tu piel forjada en la fragua de mil soles ardientes, que no hace otra cosa que desearte como si volviera a ser un colegial febril y triste. Y tras mi boca mi mente que no deja de imaginarte dormida, inmaculada, hermosa, pequeña criatura, ver como te despiertas abriendo esos ojos grandes que me hipnotizan sin necesidad de mirarme mientras vienes hacia mí sonriente como un ángel caído, sin saber nunca aquello que piensas, sin dejar de ver versos y rimas constantes, poemas de amor que fluyen con la misma tristeza que el muro sobrevive entre nosotros. Mi mente sobrecargada porque sufre más que ama y llora más que quiere, tan sólo imaginando que te vuelvo abrazar una y otra vez mientras se eriza mi piel al acariciar tu vientre terso y asedado, pero…”

Amanece y a mí me vuelve a tocar ir a la cama, a ese lecho que tan grande se me hace y donde me siento tan solo, como dice Ismael: “más cansado y más viejo vuelvo a mi asiento”. Cierro los ojos y vuelvo a soñar contigo, que me agarras tan fuerte que la misma luna tiembla y de la yema de tus dedos se desprende una luz capaz de tirar abajo cualquier muro, y entre mis letras y mis sueños soy un poquito más feliz, aunque mañana cuando amanezca sé que volveré a estar a salvo entre los cuatro muros que hace años levante con la idea de que nunca escaparía de ellos, aunque de vez en cuando entre un rayito de luz y esperanza entre sus grietas, para mi desgracia.

jueves, septiembre 02, 2010

Re-volver a...

He vuelto a mi adolescencia, he vuelto a tener dieciocho años, a ser insensato. A pasar de la alegría a la tristeza en lo que tarda un suspiro en desvanecerse por el túnel de tu boca. A cambiar mi gesto cuando te veo pasar frente a mí, a buscar un resquicio de esperanza en tus manos pequeñas, deseables. He vuelto a sentir la fiebre pueril de un niño enamorado, ardiente y desesperado; a ver la luz cuando te recoges el pelo y regresar a la oscuridad cuando te apartas un mechón de tu rostro moreno e inmaculado. Vuelvo a escribir noche tras noche versos de amor empalagoso, renglones llenos de ilusiones, de cosas que mi silencio dice y que cada día me cuesta más callarme; vuelvo a recoger, una y otra vez, los trozos de mi pequeño corazón del suelo de la invisibilidad, esperando a que la luz me enfoque, a que tu corazón se aclare y veas mi alma al trasluz de una noche estrellada.

He vuelto a ser un crío, desde el primer día en que tus manos echaron abajo mis muros, he vuelto a ser un niño. Vuelvo a releer “Cien Años de Soledad” como en antaño, vuelvo a esconder la cabeza bajo mi manta mientras escucho canciones triste del eterno Ismael, queriendo olvidarme del mundo, de todo menos de ti; vuelvo a ser ese muchacho nervioso que al entrar te busca por los rincones (se ha “desbocao” la primavera), quien te mira desde la otra punta de la habitación a sabiendas de que seré la única persona que te amará en este mundo tan opaco y triste.

Ahora que la edad me dio sabiduría mi amor por ti me la ha quitado, la ha robado con descaro. Ahora que vuelvo a sentir un hormigueo, un terremoto en mis rodillas; volver a no dormir, a no comer como un quinceañero enfermo del amor más puro que existe, más candido y excelso. Ahora que vuelvo a estar en las sombras de un amor venidero, con el miedo a confesarte lo que mi corazón implora con la más cruda de las suplicas, ahora siento revivir mi ajado espíritu de nuevo. Siento como arde mi deseo en tu vientre, mi piel cuando me rozas, mis ojos cuando se pierden en el lunar de tu mejilla. Juego como un chaval enamoradizo a imaginar nuestro beso debajo de una luna tenue y acogedora, sueño a quererte toda la vida, sueño a tenerte entre mis brazos… pero cuando despierto no estás a mi lado y entonces vuelvo a ser yo, a sentirme anciano, viejo y triste.

Despierto y voy a tu encuentro, y una vez tras otra, una tras otra, al tenerte delante sólo te puedo mirar, mis labios se callan y mi corazón padece el más horrible de los silencios, la tortura de tenerte a un palmo, a sólo un te quiero de distancia, a un te necesito tan grande como la luna de Marzo y tan lejos como una eternidad adorándote en silencio; y entre las sombras, cansado de admirarte vuelvo a mi guarida a esconder mi vergüenza, el miedo que me supera.

sábado, julio 31, 2010

Con sinceridad

Se tiñen los días de azul, mañanas opalinas, tardes opacas, grisáceas, tormentosas; teñido el día de amarillo ardiente y del azul más irisado, de color cambiante que desdobla su silueta en la penumbra, entre los trazos de mi amargura, como hilos en el aire de la soledad más insidiosa. Entre los suspiros, miro al vacío que me dejó la ausencia de una piel rozada en un lecho tan pequeño, y vuelvo a mi suspiro. Mirando la lejanía y pienso: Dios! Me siento tan solo. Perdido entre la multitud errante, en el fragor atropellado por recuerdos abigarrados e intrincados, por la ausencia que tanto añoro, por el dolor de la tinta solitaria que siempre impregnan mis poemas, ¿o era el olor? Ya estoy cansado de ser poeta, de sentirme poeta de amores no correspondidos, de pasar días que parecen semanas, horas que parecen años y pestañeos que duran una eternidad; cansado de permanecer inmóvil, sentadito, inerte, siempre en aquel banco del parque oteando el cielo plateado, las hojas verdes de los árboles meciéndose al antojo de la vida mientras lleno mi cuaderno de versos y renglones que nunca se leerán, que nadie leerá, que yo no leeré. Cansado de escribir historias, de papeles que sólo sirven para forrar la caja gris donde guardo mi corazón. Cansado de que mis propias palabras me alejen del mundo, de no ser normal, de ser tan especial que lo normal me sabe a poco, de saber que sangro, que río, que lloro, cansado de rabia, de ira, de infructuosa desidia, cansado, en fin cansado.

Son días, teñidos de azul, por supuesto; de cantos de sirena, de monte grisáceo, de paseo ribereño, del Segura a borbotones, de sin calor humano. Tardes de ópalo, y noches de tormenta como castigo por amar una vez y engañar mil, castigo por aquella media verónica en la noche del ruedo, por pensar en la niña del pelo rojo, por pensar en que al ser tan especial siempre me acabo volviendo vulgar. Y vuelvo a pensar que estoy cansado o, que simplemente, estoy solo y aunque siempre vuelvo a mi cuaderno, aunque siempre acabo volviendo a mi cuaderno, a mi lápiz del dos, a los folios arrugados llenos de polvo que guardo en algún rincón de mi casa; y a los cuadernos que ya no puedo volver, a las niñas del instituto que veo de década en década y me recuerdan: “el otro día me encontré un poema tuyo”, al cuaderno que vino a curarse el alma y después se fue dejándome el alma repleta del odio más hiriente y de la rabia más autodestructiva que puede existir.

Son días, si soy sincero, de amargura, de tristeza, de una tristeza tan grande que el simple hecho de levantarme de mi cama me llena las venas de veneno y el corazón de plomo. Días en el que el azul me importa bien poco, y el amarillo ardiente se puede ir a hacer gárgaras. Lo cierto es que últimamente la espalda me pesa y el cansancio me desborda, cansancio de ser el paño de llantos de la gente insomne, de ser el muro de las lamentaciones, de saber que piensa la gente tan sólo con mirarla, de mi puñetera empatía. Quizás esté cansado de estar cansado, odiar a este odio y maldecir esta puñetera maldición. Seguramente me merezca el castigo por mis actos anteriores, seguramente no hay redención para aquella persona que fui, y aunque poco queda de él en mí el castigo parece que aún perdura.

martes, julio 20, 2010

Un beso al amanecer.



Sonaban los tambores, palpitando con la fuerza de un trueno que aventaja al rayo en el océano de un iris azul recorriendo mis venas, cambiando mi sangre por aire fresco. Sonaban como el presagio de un tiempo venidero, el poso en el café, el adivino profetizando unos labios entre sombras oscuras que atacaban al cielo con fiereza.
Despuntaba a penas el día, el miedo me enfundaba el corazón y tus labios me hechizaban, perdiéndome en un conjuro aterciopelado y negro. Sonaban los tambores como la cruda realidad, sonaba mi corazón atenazado entre tus brazos; y al abrir los ojos tu mano en mi rostro y tu sonrisa en mi alma, y la felicidad en mi cuerpo que añoraba de ti.

Se desdibujaba un rayito de sol en tu melena, la música sonaba fuerte y este sueño de verano tocaba a su fin. Sonaban los tambores en mí y la mezcla de deseo y amor furtivo me apretaba los pulmones. El sol poquito asomaba, la gente miraba al techo azulado, las sombras se iban perdiendo y a mí me dolía este abrazo donde el tiempo no se paraba, donde el mundo no se quedaba quieto sino que todo volaba a una velocidad vertiginosa. Sonaban los tambores cada vez más fuerte y cada vez más poderosos y a mí me dolía, tanto tanto tanto me dolía al sentir su aliento en mis labios, tu mirada azul, el sol en tu cabello tanto me dolía todo que cerré los ojos.

Sonaban los tambores. Fue un instante. No abrí los ojos. No abrí los ojos y sentí el calor en mi boca, un beso de paso, huésped en mi boca por vacaciones, sentí el calor que abrasaba mis manos. Todo tan rápido, el sol ya en lo alto y mis ojos cerrados, tus manos que me apretaban dejaron de hacerlo y los tambores poco a poco bajaron su ritmo. Al abrir la vista te divisé ya a muchos metros, veía como te marchabas, el día en lo alto, los tambores ya eran un rumor, el mundo no se paró, y mientras oteaba tu silueta desaparecer por el mundo te giraste para mirarme, con tu melena hondeando en la colina de mis ansias; “esta batalla es para ti” pensé con desidia mientras tus ojos azules se clavaban en mi deseo y mis oídos lloraban por no haber escuchado tu voz. Sonreíste y desapareciste, los tambores ya no se oían y el día estaba en lo alto, pero no era el mismo azul.

lunes, junio 28, 2010

Resurrección

Hay dos tipos de personas: las buenas y las malas. Hasta aquí la ecuación es sencilla, el problema está en que hay demasiadas personas malas en el mundo; por cada persona pura de corazón que te encuentras puedes contar cincuenta que son malvadas, con un corazón negro por la envidia, la codicia, avaricia y otros tantos defectos. Estarás leyendo estas líneas y seguramente me estarás dando la razón, pero te has parado a pensar en que lado de la balanza estas tú… seguro dirás que eres de las buenas ¿de verdad? Cuando fue la última vez que ayudaste a un amigo con algo que requiriera algo de sacrificio, cuando fue el último perdón que admitiste, el último perdón que dijiste; cuando fue el último gesto que tuviste con otra persona sin que nadie te lo pidiera, cuando regalaste algo sin ser un cumpleaños o un aniversario; cuando dijiste te quiero sin interés alguno, cuando regalaste un abrazo o hablaste con el chico raro del rincón sólo por ser amable; cuando llamaste amigo a alguien sin que hubiera algo valioso de por medio.

Cuando alguien te decepciona es como morir, quiero decir, que algo dentro de ti se muere, cuando quieres a alguien le das una parte de ti, el aprecio te roba un trocito, una parte que ya nunca jamás vuelve a ti y te oscurece un poquito más. El corazón tiene esas cosas. Siempre queda resucitar pero el olor a ceniza nunca se va, siempre puedes resurgir después de unas cuantas lágrimas pero el dolor nunca desaparece en su totalidad, siempre puedes volver al redil, volver a creer en unos ojos, en una caricia pero en lo más oscuro de tu ser sabes que dentro de una caricia hay mentira, que en las yemas de los dedos se esconden espinas, que en una mirada está el fuego que primero te embelesa y luego te quema.

Cuando alguien te decepciona es como morir y aunque se puede resucitar lo mejor es acostumbrarse.

martes, junio 22, 2010

Un recuerdo cualquiera

Se tiñen los días de azul, mañanas opalinas, tardes opacas, grisáceas, tormentosas; teñido el día de amarillo ardiente, de verano vestida la tarde de domingo con ropajes de hoja verde y calor pegajoso que desnuda el cuerpo entre gotitas de sudor y piel morena. Un día normal, teñido de azul, normal de todas todas, la brisa recorre el paisaje urbano ondeando por los árboles y permutando con el polvo. Una tarde normal.

Una pareja se besa en el parque, yo miro al cielo viendo el azul inmenso y pienso en el calor, ella le acaricia la mejilla y sonríe, supongo ella diría: soy feliz… él sonríe también y la abraza, supongo él diría: tú eres la luz… y yo pienso sin mirar al cielo, que una vez yo dije, la vez en la que hablé, tantos tú eres mi luz, tantos te llevo en las venas, tantos me gusta perderme en tus ojos, en tu piel de verano, tantos no te vallas…quédate cinco minutos más. Recuerdo que no eran tan azules aquellos días, recuerdo que eran más grises o blancos y hacia más frío. Recuerdo canciones en mi oído, tu voz desafinada, la carne de gallina en los roces, los labios cansados, las miradas a oscuras, mi voz en ti, mis letras, los poemas que escribía a escondidas, mirarte desde lejos y suspirar, recuerdo la huída, recuerdo el tiempo en el que tapaba tu nombre entre las rimas, en el que la barra de un bar era donde expiaba mi ansiedad y donde tus ojos se perdían, en el que mi interior ardía con noches de fantasía.


El día sigue azul, vive Dios que sigue igual, ahora los días pasan más rápidos y la vida se me escapa entre los dedos, al menos ya no se derrama en mis ojos. No sé por qué hoy me he acordado de aquellos días en los que un rizo casi negro mandaba en mi alma, en mis entrañas; la pareja se ha ido, mi perra sigue correteando y yo sigo leyendo mientras en día sigue azul, ni una nube, el color del tiempo se hace trasparente y la vida sigue hilando telares con las personas; no sé si más feliz, más triste, más… ya no pienso en esas cosas, ahora ya no escribo a escondidas, aunque siempre oculto nombres en las rimas, defectos de la infancia que no se van, ahora simplemente vivo, no sé por qué hoy he pensado en ti, en tu melena negra, en tus rizos, en tu piel oscura y tus ojos penetrantes, que hace una década, o dos, son muchos años sin tus brazos de abrigo, mucho tiempo sin una palabra, mucho color sin definir. Mañana no pensaré en ti, quizás pasaran otros diez años, o menos, pero dentro de un tiempo volveré a ti, volveré a tu recuerdo, a tus besos acuciantes, a tus brazos, caricias, a aquella farola y aquel portal oscuro, la callejuela cerca de mi casa; el banco en la plaza de España, a los días blancos y las nubes en el cielo, que feliz cuando llueve, que feliz cuando pienso en ti.

domingo, mayo 30, 2010

Resumiendo...

Llega el calor, es en lo único que pienso, mejor dicho, en lo único que me apetece pensar. Pasan los días, días blancos y opacos en los que la pausa pasó, en los que la rutina acuciante del tiempo impasible no me dejar casi ni tomar aliento ¿ha vuelto la tristeza? Puede que sí… ya ni me lo planteo, dejé de hacerlo hace tiempo y decidí esperar…

Esperar a que el sol llegue, a que nada afecte, a que el color tiña mis ojos pequeñitos, a no fijarme en la gente, a odiar. Puede que sea duro pero sólo me queda resentimiento (es mentira) odiar al mundo es más fácil, aunque me queda mucho de aquella soledad que cubrió tantas tardes, tantos domingos con Ismael a la cabeza y sus paraísos desiertos en la retina de mi oído. Ahora que soy hombre (a veces pienso que es mentira), ahora que soy adulto por fin me siento como ese adolescente que vive enamorado de un ideal, de una historia o de un pasado imaginado.

Hace ya unas semanas que volví a levantar muros, llené el foso y afilé las espadas, todas mis defensas están activas y trabajando pero pago el precio de haberlas bajado, ahora no puedo dejar de mirar a los demás a los ojos, no puedo evitar escudriñar el pasado en unos iris que piden a gritos un abrazo, no puedo evitar que mi corazón se parta… por enésima vez… viendo como algo frágil se convierte en algo odioso… como algo hermoso se precipita al vacío, al desastre más obvio y todo lo hermoso, lo bello, lo encantador se destruirá por un no saber y unas manos teñidas de interés y no de amor. Se me parte el corazón de verlo…porque no quiero revivirlo… porque no quiero que nadie sea como soy yo y menos de gente a la que aprecio… “no quiero mirarte a los ojos y ver un espejo, no quiero que la nostalgia te ahogue, no quiero que te sientas sola, no quiero… simplemente no quiero”

Seguramente todo sea un renuncio. Seguramente pronto todo volverá a ser como antes, y volveré a cegarme con unos ojos inmensos o con alguna melena hondeando al viento o unas piernas brillantes, seguramente pronto volveré al redil, a soñar con el amor, a los versos de Mario o de Félix, a buscar tesoros en las catacumbas olvidadas que hay en mi corazón, a abrirme el pecho en las noches de lluvia buscando el amor de alguna huésped de paso, a quedarme prendado de pieles morenas, de ojos azules, de melenas rubias (aunque por mi experiencia el amarillo tiene mucho peligro) a unas manos ardientes o unos pies fríos, a que mi cama se me vuelva a hacer grande como un océano, a que mi caballo de cartón vuelva a volar, a que la sangre me arda con una mirada y las entrañas se me congelen con una caricia, volveré a soñar, a buscar farolas rotas y portales oscuros, a vender poemas en el parque para jóvenes enamorados, a buscar el santo grial... en fin a todo lo que soy, y puede que llegue ese día en el que vuelva a bajar los muros, en el que vuelva a perder las defensas y quizás tenga que volver a pagar el precio o puede que no tenga que volver a levantarlas nuca más…

jueves, abril 22, 2010

Historia de un año

Hay veces que las personas te enseñan que la vida no es solo caminar.


El cielo estaba nublado, subía hacia mi casa, Ismael en el mp3, el sol cubriéndose en el cielo, y la gente abarrotando las calles en dirección contraria – hoy era día de mercado-, una mujer rebuscaba en un contenedor de basura (me apenó tanto… la vida me apena), al llegar a casa, como siempre mi perra en la puerta esperándome. Mi hombro izquierdo ya empezaba a doler por el peso de la mochila, la dejé en el suelo y me senté, suspiré, en la tele el proceso a Garzón; en la ventana el día ya se había vuelto opaco y el cansancio me invadió. Pasó un minuto, casi una eternidad, al poco apareció mi madre con un paquete en las manos.

Cuando tuve el libro por primera vez en mis manos, todo cambió. El mundo se hizo un lugar más alegre, mis ojos llorosos abrieron la llave de paso, hacía dos años que no lloraba, pensaba que no debía volver a llorar, que una lágrima era un vestigio de una época pasada y un simple libro me volvió a enseñar que las lágrimas son los diamantes del corazón, que no se desperdician si son para aquella persona que tras un sin fin de kilómetros piensa en ti, aunque sea sólo por un minuto, por un segundo. Acariciaba esas hojas, sabiendo que lo que relataban no eran nada, sólo una ilusión triste y vana, pero al verlas materializadas, tras el papel durante un segundo mis ojos vieron tus manos anudando el lazo negro que lo cubría, palpaba la tapa sintiendo la historia que contaba, no la que hay dentro sino la que había fuera, tu sonrisa al pensar en mi reacción, tu amor al escribir la tarjeta que le alegró la vida a un pobre soñador.

La segunda vez que lo tuve en las manos lo volví a acariciar, lo olfateé llenándome los pulmones con su olor a regalo, y pensé lo hermosa que había sido la vida conmigo, lo bueno que era el azar y lo afable que se había vuelto el destino (que la distancia es una cabrona), lo hermosa que eres sin haber visto tu rostro con mis ojos y lo grande que es tú corazón, a sabiendas que te conozco sin conocerte, que te quiero sin tenerte a mi lado para darte el abrazo que tanto te mereces, los millones de besos que te mando pero que no son capaces de volar tan lejos, y el recuerdo que llevo y llevaré siempre en un trocito de mi corazón que he decorado para que anides en él por siempre; mi regalo fue encontrarme contigo, hablar contigo, discutir contigo, reír contigo, y a pesar de que siempre hay entre nosotros un cristal eso nunca lo hará menos real… por eso y por muchas cosas… gracias.

domingo, abril 11, 2010

Quizás algún día


Quisiera, o mejor dicho, desearía ser un pájaro, un pequeño jilguero (que va), desearía desde lo más profundo ser un hermoso gorrión, pequeño y bello, no el cuervo que se posa frente a tu ventana atraído por el brillo que tus ojos desprenden; desearía ser un pequeño gorrión alado con plumas de oro, aterciopelado por el sol, plateados los ojos por el cielo azul; volar, escapar y liberarme entre las nubes del yugo de ser humano, de vivir en un otoño que no cesa (siquiera en primavera).

Tenía sus manos, el sol doblaba la esquina y el pelo le caía por uno de sus hombros desnudos, blancos, deseosos para la lujuria más terca y desposeída; y entonces, yo quería ser un gorrión, regordete y cariñoso, salir volando sin mirar atrás, y no pensar en esas manos, mejor dicho, no pensar en otras manos cuando las que tenía eran perfectas, finas, delicadas, hermosas; y en mi mente ya era ese ave veloz que iba a tu encuentro… pero que siempre se pierde a mitad del viaje.

De camino al coche, me miraba, sonreía y yo… joder! Que maldad tiene el destino, tanta poesía escrita para nada, tantas letras para dejarlas en el cajón engordando de tanto comer polvo (y otro joder más) Y ella esperando en la puerta de su megane negro, a que yo me decidiese a saltar del avión, y yo pensando en ti, y ella diciendo: salta idiota, y yo pensando: sólo tengo alas cuando estoy con ella y esa no eres tú; y tú (quién sabe lo que pensarás tú). Y el sol que se escondía, y el corazón me apretaba el pecho, y ella impaciente (decepcionada), y yo en mis trece, y tú (tú ni siquiera pensarías en mí).

Y en la noche, en la soledad salí a la calle, lejos de ti, lejos de ella, y quise echar a volar, quise ser un gorrión, extender un ala y cubrirme para dormir (si es posible dormir por lo que me queda de vida), intenté aletear pero no me despegué ni un palmo del suelo, lloré, lloré como un crío desconsolado, maldije al mundo, blasfemé, odié todo y a todos, intenté dar golpes al aire pensando que en uno de ellos le hincharía un ojo al destino, y cuando llegué a la extenuación, al cansancio de estar enamorado me senté en el portal a admirar el cielo (la luna me recordó a ti), y entre tantas estrellas pensé: quizás algún día, quizás algún día sea un gorrioncito pequeño, quizás algún día pueda volar…

jueves, abril 01, 2010

Silencio

Hay cosas que sólo el silencio puede decir, hay cosas que solo con la pausa de la voz, callado, con la mirada llorosa y un temblor en las manos, cosas que sólo te puedo decir cuando te miro… cuándo te darás cuenta de que te hablo con los ojos, que cada mirada es un te quiero, cada guiño un te necesito, que mi silencio es un no puedo vivir, un te has metido en mi mente destrozando muros y paredes, la pequeña fortaleza que tenía… que mi silencio es la fe, que mis manos sufren porque no te pueden acariciar y mis brazos hace tiempo que se declararon en rebeldía para buscar tu abrazo… que mi silencio es para ti la muestra de que todo está en ti, que mi calor será el tuyo y mi frío será sólo mío… mi silencio… será mi silencio las alas que te ayuden si me dejas, echaré a volar contigo a mis espaldas, no faltará una caricia… no te faltará un beso en la madrugada ni noche estrellada que te arrope en tu desvelo… no te faltará primavera si me dejas amar, no te faltará cariño de palabras (porque si algo tengo son mis letras), los poemas hablados por mi corazón serán para ti, no habrán días de lluvia ni tardes de cama para escapar del mundo porque no habrá mundo del que escapar, si me dejas… pequeña si me dejas haré que el mundo giré más despacio, más rápido, al revés… haré lo que me pidas porque lo que pidas tendrás… si dejas a mi silencio tenerte, poseerte, amarte, adorarte, tendrás el mundo para ti… echa a volar cariño, echa a volar conmigo que no tenerte me duele, que la incertidumbre me mata como un veneno ajeno que me consume, que ver tus labios a distancia es como una daga en mi vientre que se adentra poco a poco en mi carne… si me dejas, pequeña, si dejas a mi silencio explorar tu piel morena y limpia, palmo a palmo, centímetro a centímetro te adoraré como a una diosa griega, mi devoción será como la de Ulises a Penélope, te prometo no escuchar cantos de sirenas, mirar a princesas lejanas porque mi reino está en ti, en tu vientre ardiente, el la luna que tienes en el pecho, incandescente y hermosa, mi lecho estará siempre en tu regazo y mi amor será día a día el regalo más grande que un pobre hombre puede dar, tendrás la riqueza de mi cuerpo en la noche, y mis manos heladas en los días de verano, en tu tristeza yo seré bálsamo para tu alma, y en mi boca tendrás los besos que nunca a nadie di… si me dejas, pequeña, el cielo será siempre cobalto, zafiro o simplemente azul, desterraré al plata por ti y si es necesario desterraré de mi alma al eterno octubre y a su maldito otoño… tan sólo, pequeña, escucha mi silencio, escucha mi silencio, mi silencio… el silencio que tanto, tanto, tanto, tanto, tanto te va a dar

viernes, marzo 26, 2010

Primavera



Ya está aquí, llegó hace unos días, malvada, soleada y sonriente. La primavera entra por esa puerta grande con un letrero en el quicio que pone ALMA. El parte de daños ya es muy largo, aunque nada en comparación a lo que terminará siendo. Los cielos acabarán por despejarse, el sol tomará su trono en lo alto de un cielo azul (añoraré mi cielo plata) y el calor empezará a sofocar a los pobres seres humanos, ignorantes de la trampa que supone… El amor brillará, ya se ven parejas buscando en la nocturnidad de sus hormonas una farola rota, un portal, la callejuela oscura que les sirva de escudo para poder abrazarse y besarse con total impunidad amorosa.

Cada vez que llega esta época mi alma se sumerge en un sin fin de dilemas, un baile incongruente de sentimientos forjados en la fragua de la soledad más posesiva y violenta; siempre acabo por cometer los mismo errores, primavera tras primavera (dolor tras dolor, diría José Hierro) veo desde la ventana a mi dulce Carola deseando que el tiempo se quedara en la floración y los frutos nunca llegaran, pero nunca pasa eso.

Ahora, mi error está por ahí, seguramente con el corazón en carne viva, deseosa de unos brazos que la mantengan caliente mientras el siniestro frío de la primavera nos azota; yo, permanezco tras mi ventana vigilando, observando, admirando a esa pequeña mujer pasar un día tras otro tras el cristal de mis pupilas desgarradas y apretando, más y más, mi corazón en un puño: Oh! Triste desamor/ tristes penurias las del corazón… Ignorante ella de que mi corazón está dispuesto a cuidarla, a dar ese cariño que tanto ha luchado, a ser esclavo de una pasión que a perdido ya mil batallas, que está dispuesto, simplemente a ser un hombre enamorado de su sonrisa grande y blanca, de sus ojos que profundizan hasta la eternidad o de su mano ardiente y sincera. ¿Cómo pueden mentir unas manos? O cómo podría mentir el aroma de su cuello, a mezclas de viento y espuma de sal, a blanco azahar y regaliz que me lleva a mi niñez más febril y amorosa.

Dentro de tres meses, el amor se irá de mí… volveré a cerrar las puertas, a cubrir los muebles de mi alma con las viejas sábanas que una vez cubrieron mi cama y volveré a mi otoño con un verano de antelación… pensando en aquello que pudo ser y no fue, en aquellas manos, aquella mujer… en la sensación de sentirse enamorado y no correspondido, en la verdad universal de que el amor siempre te vence por mucho que quieras engañarlo… por mucho que quieras ser el apuntador de esta obra de teatro que se llama vida, más tarde o más temprano todos acabamos siendo actores.

jueves, marzo 11, 2010

Veleta

Era la tarde soleada. Algo de frío con mucho sol. Al mismo entrar el olor a café ya amenazaba mi nariz y la sensación de que algo iba a ocurrir era tan cierta como que el mundo gira y gira (gira corazón, gira corazón). En mi mente, tan sólo, la imagen de la primera luna de Marzo, aquella a la que tanto le cantó Lorca (gira corazón, gira corazón), hasta ahora no entendía su poema, nunca me había considerado una veleta mirando a un punto cardinal según el viento me deseara la buena nueva y lo cierto, es que nuca se trató de eso. “Viento del sur, / moreno, ardiente,” Al entrar entendí, a oscuras llamaba la melancolía a mis puertas, el pasado se hacía presente y la primavera me inundaba los pulmones, viento del sur...

Estabas tú, en un fondo bruno y hermoso, cambié de año, a una semana santa, en un garito muy recordado, donde solía encontrarme con Elton y cantar por Isma en las noches en las que andaba enamorado. La luna se escapaba de mis retinas mentales y la mi vista era para tus ojos, casi imperceptibles, las canciones surgen, los versos siguen y no basta tu tez morena y el cabello lleno de bucles para calmar el ansía de un alma que busca compañera en las noches de aguacero y camas vacías.

“Llegas sobre mi carne, / trayéndome semilla/ de brillantes” ay de tu luna, ay de mí, pensé. Al acercarte, la mano en mi espalda sin el corazón de Sabina pero con tus ojos de gata y la alcoba en la vista de un deseo irremediable. El escalofrío de un niño de quince años que recorre el cuerpo como un rayo y la luna cada vez más lejos y el amor cada vez más cerca, y yo, y tú, y tú y yo; todo enrevesado, todo rotando, todo girando frente a mí; frente a mí tu sonrisa que más vale un cielo tapado de negro que no ver tu sonrisa, tan amplia, tan azul, tan mar, y dice Isma: me duermo en tus ojos; yo me derrito en deseos vanos que se pierden en una boca tan bella como una “veleta”, y al tocarme, recordé, aquella mujer, aquella Santa Verónica con su manto a rastras y su eterna belleza que aún palpita en mis recuerdos, tanto me recuerdas; “aquella manos, aquella mujer, aquel invierno no paraba de llover…” y vértigo (me dije) que el mundo pare que ya estás sobre mi carne. “Miradas, empapado/ de azahares.” Y al irte, mantén las distancias, pequeño Ismael, sé cuervo por una vez, pero al cruzarte pensar que mas da, una mirada no hace daño (aunque si duele) para ver tu figura alejarse, tan dulce, tan hermosa, tan bella, tan…

Llegó la primavera y la sangre hierve, ahora entiendo a Lorca y comprendo el amor a su Luna, ahora entiendo que somos veletas, que cuando el escalofrío te golpea no se puede escapar, sólo señalar la dirección correcta y esperar a que todo lo intrincado se vuelva una línea que desdibuje maravillas en un cielo azul e inmenso, y que la espuma que llega a mi orilla sea salada y blanca, y mientras tanto “!Hazme caso! /gira, corazón; /gira, corazón.”

In Springtime

Y mientras se ilumina mi cabeza
ruego por el que he sido en la tristeza
a las divinidades de la vida.


José Hierro

Primavera es mi año nuevo, con ella viene lo nuevo, arrastrado por el polen que se esparce aparecen las novedades, nuevas personas, nuevas ilusiones, nuevo… quizás el amor llame a mi puerta como en otras ocasiones, pero seguramente tendré la música a todo lo que da de sí o el corazón insonorizado con veinte capas de dolor y odio.

Normalmente hago balance siempre en Diciembre, pero esta vez es diferente, quería hacer balance global, observar quien era y quien soy, y me he dado cuenta de algo que no me esperaba.

Que cambiamos, estamos todos de acuerdo, pero no reconocerte es muy duro. Tengo la misma mirada, la mirada soñadora, idealizada de que todo es posible, de que el amor todo lo puede, y ese pensamiento, quizás, fue lo que me salvo de una muerte terrible, a lo mejor, hubiera sido mejor la muerte (para los que se alarmen, la muerte es una metáfora sobre el amor), hubiera sido mejor morir que la cirugía a corazón abierto a la que me he tenido que someter, teniendo que dejar dentro de mi cuerpo un marcapasos frío y vacío para que me dirija el ritmo y el compás de un latido que antes era salvaje y fresco como una mañana de Octubre.

Ya no me reconozco, no sé si ahora soy mejor (más viejo seguro), no sé si ahora tengo más capacidades o entiendo mejor la vida (que estoy mucho más feo, también), pero lo cierto es que no me veo en aquella persona que cogió el sufrimiento como dogma y a los demás como estandarte de una vida insignificante.

Nada de aquél queda en mí. Casi nada. Sólo esos ojos pequeños, que se cierran al estornudar y que ninguna cámara fotográfica es capaz de captar, esa mirada cansada desde el primer día por observar al mundo girar, vibrar por desgracia y recomponerse gracias al amor incondicionable. Quizás eso es lo que me mantiene vivo, quizás por eso no me veo en aquella persona egoísta y ambiciosa, quizás por eso ahora soy feliz siendo yo y sólo yo. Quizás por eso ahora entiendo el mundo, y sigo teniendo esa mirada limpia y enamoradiza.

Será por eso que aún me hierve la sangre cuando la primavera llega.

lunes, marzo 08, 2010

Primera Luna


Marzo llegó y con él su primera luna. Es señal, indicio de que Abril está a las puertas, Marzo sólo es la vigilia, un centinela, el arcángel que viene anunciando con trompetas celestiales que Abril asoma la nariz entre las rendijas que la lluvia y el frío va dejando. Pronto vendrá el sol, las noches frescas y apetecibles, se llenarán las calles de parejitas agarradas de las manos, habrán besos buscando metros cuadrados de oscuridad para ocultarse dentro de su propia intimidad, amores que cuando vuelva el frío se apagarán como el sol de Agosto, el cariño y el aroma a vientre ardiendo se fundirán en abrazos que durarán unos segundos eternos; y Marzo viene a avisar como un pregonero veraniego de que esa electricidad que surge en nuestro cerebro cuando la mezcla entre apetito y visión se hace sana, está apunto de nacer.

Marzo ya está aquí y con él su luna. Esa luna tan hermosa, grande, de la que siempre he estado enamorado, impasible y alta con su luz tangente y cálida, y a pesar de que todos esperan a que llega Abril, yo me deleito en Marzo, la época en la que gané siendo pequeño y en la que perdí siendo tan grande, años en los que amé y dejé de amar. Treinta días de una cuaresma particular en la que preparar el corazón para la primavera, para el sol, el calor pueril y la fiebre enamoradiza que siempre me ataca en estas fechas. Ya estamos en Marzo y su luna nos ilumina, la Luna de Lorca: gira corazón, gira corazón.

sábado, enero 30, 2010

Pausa.

Hace tanto que la vida no me da un respiro, tanto hacía que cenicienta no se saltaba el toque de queda para quedarse a mi lado mirando las estrellas bajo el frío de enero. Tanto hace que no caminaba bajo la lluvia intentando coger gotitas con la yema de los dedos mientras el aguacero me calaba el corazón con alegría en forma líquida. Tanto ha pasado, tantos días en los que nunca me ha dejado de preocupar si la ventana estaba sucia o si los cristales en mis retinas eran de la graduación adecuada, muchas semanas, meses, incluso años podría decir en los que empañar el espejo era una costumbre y no la necesidad de estar caliente; hacía tanto que no escuchaba latir mi corazón a un ritmo normal, a un son normal. A sabiendas de que pronto la vida entrará en otra caótica espiral de subidas y bajadas, porque eso es vivir, y consciente en todo momento de que mi destino no es vivir si no naufragar en el mar del tiempo y el espacio sin una dirección o remite claro, y ahora que tengo un hogar, ahora que todo anda pausado, que la rutina forma parte de mi vida echo de menos ser un vagabundo.

Había olvidado lo hermoso que era echar el freno, la grandeza de cerrar los ojos y escuchar como te habla el mundo con sus ruidos, sus murmullos, toda su parafernalia intensa y anodina. Había olvidado el olor a hierba fresca del parque, el ladrido de un perro a medianoche, el escándalo de unos niños en la sobremesa. Había olvidado lo que era escribir en un cuaderno con el sol golpeándote el rostro o como es el canto de la luna al mar en una noche despejada, la sensación de llevar arena en los zapatos o el picor de un jersey de lana, cosas nimias, cosas vulgares que nadie tiene en cuenta, pero que a mí me dan la vida, me recuerdan que no soy Dani, que no soy hombre, que no soy escritor, vigilante, hijo, hermano, que no soy nada de las cosas que me definen, simplemente, me recuerdan que soy un ser humano, y a veces, recordar que sólo soy un ser vivo más, me da la paz que tanto añora mi corazón.

Queda lejos Lisboa, sus noches de fado, tapas y vino, y a pesar de que aún esbozo una sonrisa cuando lo recuerdo, dejo encerrados aquellos momentos con una lágrima en el corazón y un leve síntoma de felicidad en la memoria. Arrinconados en un algún lugar de mi mente guardo como en un desván los fines de semana en Londres. La lluvia, el rojo de los teléfonos y los besos a la hora del té, escribir en un hotelito de la campiña francesa asomado a la ventana y un cuerpo desnudo al tras luz que, a veces, tapaba las goteras de mi corazón. Atrás se quedó las risas en los cafés de Ámsterdam, atrás quedó todo, al menos, por ahora.

Y volviendo al ahora, al día de hoy en el que veo amanecer y me siento vivo, en el que al dar las doce te veo a mi lado sin carroza pero con la diadema de princesa en la mirada; ahora que el vaho de mi respiración huele a vivo y siento el aire frío corretear por mis pulmones no siento despecho, no siento cabezazos en la pared ni inquietud por contar las horas que faltan para volver a ladearte el pelo de tu rostro inmaculado, ahora que el sabor de un beso sólo sabe a ti y que con un apretón de manos eres capaz de disipar todos los fantasmas que hay en el fondo de mi armario, ahora que el día es luz y la noche oscuridad siento tranquilidad, siento vida, siento amor.