lunes, junio 28, 2010

Resurrección

Hay dos tipos de personas: las buenas y las malas. Hasta aquí la ecuación es sencilla, el problema está en que hay demasiadas personas malas en el mundo; por cada persona pura de corazón que te encuentras puedes contar cincuenta que son malvadas, con un corazón negro por la envidia, la codicia, avaricia y otros tantos defectos. Estarás leyendo estas líneas y seguramente me estarás dando la razón, pero te has parado a pensar en que lado de la balanza estas tú… seguro dirás que eres de las buenas ¿de verdad? Cuando fue la última vez que ayudaste a un amigo con algo que requiriera algo de sacrificio, cuando fue el último perdón que admitiste, el último perdón que dijiste; cuando fue el último gesto que tuviste con otra persona sin que nadie te lo pidiera, cuando regalaste algo sin ser un cumpleaños o un aniversario; cuando dijiste te quiero sin interés alguno, cuando regalaste un abrazo o hablaste con el chico raro del rincón sólo por ser amable; cuando llamaste amigo a alguien sin que hubiera algo valioso de por medio.

Cuando alguien te decepciona es como morir, quiero decir, que algo dentro de ti se muere, cuando quieres a alguien le das una parte de ti, el aprecio te roba un trocito, una parte que ya nunca jamás vuelve a ti y te oscurece un poquito más. El corazón tiene esas cosas. Siempre queda resucitar pero el olor a ceniza nunca se va, siempre puedes resurgir después de unas cuantas lágrimas pero el dolor nunca desaparece en su totalidad, siempre puedes volver al redil, volver a creer en unos ojos, en una caricia pero en lo más oscuro de tu ser sabes que dentro de una caricia hay mentira, que en las yemas de los dedos se esconden espinas, que en una mirada está el fuego que primero te embelesa y luego te quema.

Cuando alguien te decepciona es como morir y aunque se puede resucitar lo mejor es acostumbrarse.

martes, junio 22, 2010

Un recuerdo cualquiera

Se tiñen los días de azul, mañanas opalinas, tardes opacas, grisáceas, tormentosas; teñido el día de amarillo ardiente, de verano vestida la tarde de domingo con ropajes de hoja verde y calor pegajoso que desnuda el cuerpo entre gotitas de sudor y piel morena. Un día normal, teñido de azul, normal de todas todas, la brisa recorre el paisaje urbano ondeando por los árboles y permutando con el polvo. Una tarde normal.

Una pareja se besa en el parque, yo miro al cielo viendo el azul inmenso y pienso en el calor, ella le acaricia la mejilla y sonríe, supongo ella diría: soy feliz… él sonríe también y la abraza, supongo él diría: tú eres la luz… y yo pienso sin mirar al cielo, que una vez yo dije, la vez en la que hablé, tantos tú eres mi luz, tantos te llevo en las venas, tantos me gusta perderme en tus ojos, en tu piel de verano, tantos no te vallas…quédate cinco minutos más. Recuerdo que no eran tan azules aquellos días, recuerdo que eran más grises o blancos y hacia más frío. Recuerdo canciones en mi oído, tu voz desafinada, la carne de gallina en los roces, los labios cansados, las miradas a oscuras, mi voz en ti, mis letras, los poemas que escribía a escondidas, mirarte desde lejos y suspirar, recuerdo la huída, recuerdo el tiempo en el que tapaba tu nombre entre las rimas, en el que la barra de un bar era donde expiaba mi ansiedad y donde tus ojos se perdían, en el que mi interior ardía con noches de fantasía.


El día sigue azul, vive Dios que sigue igual, ahora los días pasan más rápidos y la vida se me escapa entre los dedos, al menos ya no se derrama en mis ojos. No sé por qué hoy me he acordado de aquellos días en los que un rizo casi negro mandaba en mi alma, en mis entrañas; la pareja se ha ido, mi perra sigue correteando y yo sigo leyendo mientras en día sigue azul, ni una nube, el color del tiempo se hace trasparente y la vida sigue hilando telares con las personas; no sé si más feliz, más triste, más… ya no pienso en esas cosas, ahora ya no escribo a escondidas, aunque siempre oculto nombres en las rimas, defectos de la infancia que no se van, ahora simplemente vivo, no sé por qué hoy he pensado en ti, en tu melena negra, en tus rizos, en tu piel oscura y tus ojos penetrantes, que hace una década, o dos, son muchos años sin tus brazos de abrigo, mucho tiempo sin una palabra, mucho color sin definir. Mañana no pensaré en ti, quizás pasaran otros diez años, o menos, pero dentro de un tiempo volveré a ti, volveré a tu recuerdo, a tus besos acuciantes, a tus brazos, caricias, a aquella farola y aquel portal oscuro, la callejuela cerca de mi casa; el banco en la plaza de España, a los días blancos y las nubes en el cielo, que feliz cuando llueve, que feliz cuando pienso en ti.