martes, julio 31, 2012

Hacía mucho tiempo que no tenía que recurrir a este baúl de miserias expuestas. Hacía ya demasiado -cosa extraña- que no tenía la necesidad de visitar las esquinas de mi alma donde voy dejando las penas que año tras año voy recolectando y guardando en lo más negro de mi corazón empobrecido y deslucido. Tiempo que no tiraba de recursos, de mi querido Ismael para pasar las noches calurosas y solitarias, hacía tiempo que sus letras no me servían de bálsamo para el eterno dolor de cabeza que me atenaza los nervios, avisándome de que el tiempo advenedizo será mucho peor. Hacía demasiado tiempo que los días no eran tan oscuros y las noches tan soleadas, que el tabaco se volvía mi alimento primario y los textos de poetas desconocidos –ya casi todos muertos- mi biblia de mesilla, hacía tiempo que no miraba atrás con añoranza, que no recordaba hablar con amigos imaginarios dentro de mi cabeza o mirar estrellas en lo alto, a la noche, deseando poder echar a volar hasta allí, alunizar con este sentimiento que me corroe desde los pies hasta la cabeza, hacía tiempo que no tenía este regusto amargo en la boca causado por besos desperdiciados y tanto, tanto, tanto tiempo que no necesitaba un abrazo como las mareas necesitan a su luna, y no tengo quien extienda sus brazos para acogerme en el exilio de su pecho para que pueda llorar como el niño triste y asustado que nunca dejaré de ser. Hacía tiempo que no tenía que recurrir a secarme las lágrimas de la desesperación y la soledad con letras sacadas a golpe de tristeza de mi cabeza, tiempo hacía que no sentía que se me escapaba el tiempo entre los dedos. En resumen, hacía tanto tiempo que no me sentía tan triste que ahora ya no se como calmar el dolor ni tan siquiera sé como pasar el duelo.