viernes, abril 26, 2013

Rabia


Pasa algunas veces, no siempre, pero algunas sí. Pasa algunas veces  que el corazón es como un lienzo donde plasmamos todo aquello que transcurre desde que somos conscientes de nuestra propia existencia. Suele ocurrir que algunas veces tejemos un lazo tan fuerte como la vida misma, algunas veces ese lazo es puro y blanco, otras…

Cuando generas un vínculo tan grande y tras el tiempo, divino tiempo, la realidad te golpea con sabiduría absoluta, advirtiendo que todo aquello que fueron los cimientos de una opción elegida tan sólo es el capricho de un corazón egoísta. Es entonces cuando tus cimientos se derrumban y descubres que aquello a lo que una vez llamaste amor se queda en una rabia incontenible, poderosa rabia pero inútil rabia.

Entonces quisieras pensar que alguna vez :

"Se alineen todos los planetas, un eclipse lunar, hechizos de brujas y deseos a hadas, pedir cantos de sirena, una profecía maya que te alivie el peso que llevas en los hombros. Que de una vez por todas al mirar al horizonte se junten la tierra y el cielo en algún lugar, impotente, creciendo oníricamente, buscando la maldición de una gitana, incluso vendiendo tu alma al diablo para que todo aquello que una vez fue volviera sin saber cómo, tan sólo mirar  hacia un lado y que estuviera ahí"


Supongo, que la rabia (fase del duelo, más conocida como ira) acabará pasando, llegarán épocas en que Abril no sea tan lluvioso, y que al mirar la luna lo único que puedas hacer sea aullar melancólicamente y con nostalgia en aquel lugar donde todo fue. Mientras, el mar siempre volverá a golpear con sus olas inconscientes. La Luna siempre dirigirá con mano firme sus mareas y siempre quedará en mi corazón el aroma a olivo, el amarillo incesante que murió para volver a la vida encarnada en otra alma. Supongo que la rabia acabará pasando pero mientras ese hecho no ocurre la muesca reciente en mi corazón seguirá doliendo. 

martes, abril 23, 2013

Mentiras


    Al final todo se resume en una cosa, mentiras. Aquellas palabras que a lo largo de la vida (dice uno mismo, no lo olvidemos) te dicen al oído como si el tiempo parara cual película romántica americana. Las promesas que se hacen en el fragor de una noche amorosa con sabanas sudadas como campo de batalla, la luna de testigo y el corazón abierto de par en par buscando un resquicio (destello que diría Ismael) de felicidad. Buscando un refugio donde escapar de tanta miseria y dolor almacenado, al final, todo se resume en soledad.

Cuando la Luna está siempre de testigo. –Te amaré toda la vida.

Cuando un Beso sella el pacto. –Te quiero más que a nada.

Cuando la Felicidad es una aliada. –Eres mi vida entera.

   Frases que al pasar el tiempo pierden su sentido,  aunque siempre hay alguien que las padece, al final todo se resume en una cosas, astillas. Aquellas palabras de amor, aquellos sentimientos de fe absoluta (absurda), se tornan astillas clavadas una a una en el corazón, un corazón que sangra tinta, a veces hasta sangra  lágrimas. Un corazón que se queda atrás esperando que aquellas frases no terminen de perder todo el sentido que una vez tuvieron. Palabras que cuando son mentiras crees que todo es mentira. ¿La luz del día? ¿La Luna?¿El Mar?¿Incluso los olivos? Todo aquello que una vez fue algo…será todo mentira.

   ¿La verdad es sólo válida para un momento determinado de la vida, un lapsus de tiempo en el que todo fluye místicamente y extrañamente al mismo son? ¿Fluyen las vibraciones de dos almas en un mismo tono y eso da derecho a disparar con palabras eternas, hacer que quien tengas enfrente las crea, las adore, las idolatre y, por ende, se enamore?

   Al final todo se resume en una cosa, mentiras. Al final las usamos, las manipulamos como si fueran parte de nosotros, decimos lo que creemos que sentimos en cada momento pensando que es para siempre sin pensar en nunca será para siempre. El precio a pagar un corazón destrozado, unas veces será el tuyo (lo prefiero) otras veces será el de otra persona. 

sábado, abril 20, 2013

Desaprender - Aprender


                Con el tiempo he desaprendido a lamer mis heridas, escondido en el fondo de mi armario. He desaprendido a escuchar cantos de sirenas mezclados con el vaivén de las olas que golpean mi ventana en las noches de agosto. He desaprendido a confiar en las viejas canciones que me llenan de nostalgia y a compadecer la vida teñida por la penumbra de bares oscuros. He desaprendido a amar el humo en la noche y a ver tras la ceguera de una melena ondeando al viento. He desaprendido a ser el niño enamoradizo que se perdía entre versos y acordes después de recibir inocentes sonrisas por mujeres hermosas. Tras el paso de los años, tras el paso de las cicatrices que unen mi alma (legítimamente), desaprendí que querer significaba para siempre, o al menos, significaba morir un poquito cada vez. Desaprendí que la noche, aquélla a la que tanto amé y que tanto me cuidó con vigilias interminables, no era sino el amor de una soledad interminable.

                Con el tiempo he aprendido que por mucho dolor que causa para mí escribir, yo nací entre papel y gotas de tinta, he aprendido que no puedo alejar de mí aquello que me hace ser yo. Con el tiempo he vuelto a aprender que las palabras son el espejo donde miro una y otra vez mi ser desnudo y sincero. Aprendí que no puedo mentir (al menos a los demás), aprendí a desconfiar de las buenas intenciones y a no llorar acompañado si la compañía no llora conmigo, aprendí que todo lo que aprendo lo desaprendo y que mañana aprenderé a desaprender. Tras el paso de los años y tras el paso de las cicatrices aprendí que tengo mucho camino por recorrer, aprendí que siempre tendré cicatrices, que no se irán y que vendrán nuevas, aprendí que ellas son la prueba de que he vivido y de que estoy vivo.

                Con el tiempo he desaprendido a conocer a las personas con tan sólo mirarlas y he aprendido que aquellos que estuvieron siempre estarán. He desaprendido amores pasados y después volví a aprenderlos. Desaprendí a amar y aprendí a amar de nuevo. Desaprendí a sonreír pero aprendí a reír, desaprendí a mirar pero aprendí a ver. Tras el paso de los años y tras el paso de las cicatrices que unen, mejor dicho, que habitan en mi alma (merecidamente) desaprendí que lo que mejor está por llegar pero aprendí que siempre viene otra primavera, desaprendí querer un futuro pero aprendí a amar mi presente.
Con el tiempo desaprendí que mis letras siempre estarán ahí y he aprendido que mis letras siempre estarán ahí.