lunes, octubre 21, 2013

Un regalo, una sonrisa

La vida da esas sorpresas. Aquellas que no esperas y ocurren en los momentos más inoportunos. Se evaporan como la tristeza tras una sonrisa incrédula pero aparecen. Cuando todo esta perdido y el mundo parece que te va a engullir con sus mandíbulas afiladas con el escalofrío de la noche, súbitamente todo cambia, quizás solo para no darnos la razón a aquellos que vivimos de la belleza, pasada y futura, de ese insomnio que es nuestro miedo más profundo, lleno de lagunas oscuras donde una luz efervescente titila en la lejanía demostrando que no hay más letargo del corazón que la poesía que emana de la misma vida. Aquella que es tan judía como cristiana.

Te sorprende, en mi caso, en forma de sonrisa, no de las que paran el tiempo (no más de ellas, ruego a Dios), si no de las que quitan el miedo, sonrisa inabarcable que decía Ismael (como siempre), que te dejan desarmado y cautivo ante un hecho irrefutable que es el latido del corazón más profundo, con una mirada perdida que te levanta el castigo de un invierno helado para empezar a sentir ese calor humano que creías desaparecido. Te sorprende. Una sonrisa, una sola sonrisa te sorprende lo suficiente como para no esperar a que tu cuerpo lo asimile, la sangre acelera y los pensamientos se confunden como un cielo nublado en los que aparece un halo de luz brillante y cuando piensas: “no te vayas nunca” tus palabras son aléjate de mi y cuando ya la noche se aclara y por primera vez siento que este amanecer no es robado mi alma se vuelve negra como un pozo seco.

La vida da esos regalos, puedes perder incluso esos momentos, el miedo que te supera, no decir en su momento: “este amanecer es para nosotros”, permitir que sonrisas desaparezcan pensando que el puñetero azar ya no hará que vuelva, pero a veces, solo a veces, esas ventanas se abren de nuevo pudiendo volver a ver esa sonrisa que aún no detiene el tiempo pero que acabará haciéndolo cuando esa mirada de aroma a café se funda en mis pupilas, y al tiempo que por primera vez, entre mis dedos se enreden sus rizos y su melena sea mi bandera hondeando al viento, entonces, esas manos finas y blancas se volverán abrazos, esos ojos color noche serán mi hogar y aquellas sonrisas seguirán limpiando mi alma mientras detrás de ellas siempre acabe un beso añorado y esperado con el mismo ansia que todas mis células desean volver a tener ese momento en el que una sonrisa me devolvió la fe.