- A la nanita nana, nanita ea,
mi niño tiene sueño, bendito sea-.
Cantaba el anochecer con música de
estrella,
adormecida adormecía
a la noche inquieta en el hueco de
su pecho
un niño de arena y espuma nacido de
la resaca
que sonriente jugaba con su techo
de luna;
y palabra por palabra
sus ojos eriazos
vírgenes del mundo
somnolientos se aturdían:
mi niño tiene sueño,
bendito sea
mi niño tiene sueño,
bendito sea.
Cantaba el anochecer a la
inmensidad
de un mar naufrago de padre
“a la nanita nana, nanita ea”
resonando en su regazo la paz
completa
y tras su espalda todo el cierzo
atrapado en estelas de frío
(para su cuerpo: el hielo, para su
niño: el calor).
Cantaba el anochecer con música de
estrella,
mecida mecía
al fruto de su vientre con su canto
de sirena,
titilaba el cielo:
bendito sea.
Titilaba el cielo y azuzaba el mar
en noche de nana y caricias de
marea
entre olas de llamaradas y tallo de
sargazo.
“No temas mi niño” y el niño no
temía.
Arropado por el manto de su abrazo
sonaba el mar sobre el faro
encendido
mientras su piel hecha de playa
recordaba la viudez en el oleaje:
A la nana nanita ea…
- Mi niño chiquito no tiene cuna
Su padre que es carpintero
le va a hacer una-.
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