viernes, noviembre 01, 2013

Falta de Talento

   No existe aquello que yo pueda escribir que no esté escrito ya, no hay letras, silabas, palabras, oraciones o versos que yo pueda inventar que no hayan sido inventados ya ni existen los compases o las melodías que no hayan sido compuestas o permanezcan sin descubrir dentro de un folio en blanco. No soy capaz de hacer aparecer de la nada y escribir, mejor dicho describir, las imágenes que transcurren por mi mente ahora mismo: la impotencia cubriéndome como una sombra tardía que me abraza en la sobremesa de una tarde soleada o este noviembre sin hojas en el suelo que me atenaza las articulaciones, la mirada perdida de un recuerdo devastador o la sonrisa inmensa de una noche de invierno. Son aquellas cosas que se pierden en mis escritos, en mis letras inútiles y desordenadas, hasta en las historias cotidianas que me dan forma y me unen.

   No puedo, sea por la falta de talento, sea por perder esa conexión que siempre tuve tan presente en el triángulo alma – mente – corazón, pero no puedo dejar plasmado aquello que siento en la punta de mis dedos cuando esa esencia está presente, cuando ese aroma a infancia y encanto me desarma por completo y me deja sin argumentos hasta el punto de ahogarme en un deseo que ni es bueno ni es recomendable. Sea por la falta de talento que mi mente ya no distingue entre cuartetos ni tercetos y los sonetos se quedaron vacíos ante la belleza y los sentimientos. Cuando la mente grita escapa y mi corazón (más de una vez reconstruido como un puzzle) me empuja a golpe de latido hacia un precipicio, una y otra vez, cuando miro a ese vacío indescriptible al filo del acantilado cuando más noto la ausencia de talento.

   No ceso en los intentos por conseguir aquello que me fue negado, si las musas ya no sirven, si el amor nunca fue suficiente. Primero he de reconocer que nunca tuve musas, y segundo, si ahora cuando cierro los ojos solo veo una mirada que me ahonda el alma y cuando respiro solo encuentro aroma a sonrisa y regalo, si ahora cuando escribo no puedo dejar atrás esa melena de color castaño es porque tengo en la retina cada rizo, cada onda, cada cabello, todo en imágenes grabado a desencanto en mis pupilas.

   No se trata del amor tampoco, de ese ente misterioso, desconocido, dañino y necesario. Siempre pensé que amar es como confesar un pecado y al mismo tiempo traicionar al mejor de los amigos, te alivia por completo pero te carga con el mayor de los pesares, destejer durante la noche lo tejido durante el día, anochecer sonriendo para amanecer entre lágrimas.

   No creo que lo consiga, puede que la edad me tenga enseñado, puede que mis errores sean la espina que hiere o que el peso a mis espaldas sea aquello que cortó mis alas o simplemente que mi obsesión sea más fuerte y yo más débil cada segundo, pero lo intento cada día.



No hay comentarios: