martes, diciembre 24, 2013

Ilusión, milagros y fantasmas

De cristal opaco, soplado con dulzura al más dulce de los fuegos, están hechas las ilusiones, llegan hasta el agujero donde se guardo las noches con etiqueta de olvido, puesta en rojo y anudadas con una cuerda de guitarra hecho de cabellos negros. Es esa ilusión que guardo en el fondo del corazón con el color oscuro de mis lágrimas que serpentean y retuercen mis palabras, tanta luz en mi cabeza, tanta poesía en mis labios y no sé por qué sigo bebiendo de los atardeceres sombríos. Será mi corazón ese agujero donde arrojo todo aquello que ya no necesito esperando que un milagro ocurra algún día, que la noche cambie de opinión y mi alma se haga diurna o mis lágrimas diáfanas.

Son todos esos fantasmas, los que viven y los que no, dentro de mi armario, algunos perdidos bajo mi cama, otros viven dentro de ella, pero los que asustan son los que tengo bajo la piel, sintiendo en cada latido mis oscuridades, pesadillas, miedos y fracasos. De ellos aprendí a ocultar mis cicatrices, aprendí a huir en amores fracasados, y a veces, siento, que todavía, amor mío, tengo ese demonio en el hombro.

A medias, sé que vivo entre ese mundo de fantasmas y cicatrices, inseparable el uno del otro. Alimentados unos por ilusión, los otros por el amor, todo el que desperdicio, todo el que se escapa en el vertedero al que una vez llamé corazón. Siendo especial, de vez en cuando, amante algunas noches y otras simplemente la carnaza para mis tropiezos.


Siempre anochece, y mientras sea así, siempre tendré un lugar donde volver, siempre estará ese mundo donde puedo cerrar los ojos y todo es especial. Al pasar el dedo, noto el surco que dejan las cicatrices, las hendiduras sobre mi piel. Siempre habrá donde volver, siempre habrá fondo de armario, siempre habrá una cama y siempre existirá un demonio sobre mi hombro.  

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