martes, diciembre 16, 2008

El ReKuerDo Ke sE Va

Acostado, y con tu olor aún en la almohada, no dejaba de pensar en ti, tu recuerdo se me encadenaba al alma como un cáncer que atacaba directo a mi corazón y me aplastaba el alma por momentos. Me volví a levantar, intentaba escribir, pero mis versos no enseñaban mi belleza, rompía y rompía papeles, y mi respiración se volvió a desestabilizar, lloraba como un niño con hambre, con hambre de ti, hambre que no sacié nunca, ansia de ti de entrelazar mis dedos con tu cabello, de perderme en tu mirada tan triste, en el calor de tus besos, y en el dolor de tus abrazos, necesitándote más y más, y perdiéndote, también, más y más. Llegaba la noche y volvías, me mirabas mientras te recogías el pelo y las horas dejaban de pasar, me acariciabas suavemente, tanto que hasta dolía, yo sonreía (parecías cansada) y mientras preparabas algo de cena cantabas aquella canción, que aún se me clava en mis entrañas cuando la escucho.

 

Pasaban los días y todo parecía estar bien, tú me amabas en eternas batallas de amor durante la noche, yo te recogía a lomo de caballos alados, blancos hechos de trozos de nube, y tu sonrisa apagaba el cielo en besos calientes y tibios que al filo de la madrugada me daban sentimiento de amor. Te quise antes de conocerte- te decía; Sonreías de nuevo, y con tus manos siempre frías me acariciabas como si fuera la última vez. El fuego se apagaba y mientras yo atizaba la leña tu preparabas la cena, después se caía la noche sobre nosotros, acurrucados  en el sofá jugábamos a imaginar estrellas en el techo de nuestra casa, constelaciones que sólo existían en nuestra mente, después llegaba el amor, mientras tu vientre crecía sin saberlo, la pasión me robaba el alma y la razón, en tus ojos castaños y tu mirada perdida, en tu forma de andar desamparada y sinuosa, en tu naturaleza tan conocida y extraña, en tu risa que inundaba mis oídos lentamente. Se apagó el fuego y con él las noches. 

No hay comentarios: