jueves, marzo 11, 2010

Veleta

Era la tarde soleada. Algo de frío con mucho sol. Al mismo entrar el olor a café ya amenazaba mi nariz y la sensación de que algo iba a ocurrir era tan cierta como que el mundo gira y gira (gira corazón, gira corazón). En mi mente, tan sólo, la imagen de la primera luna de Marzo, aquella a la que tanto le cantó Lorca (gira corazón, gira corazón), hasta ahora no entendía su poema, nunca me había considerado una veleta mirando a un punto cardinal según el viento me deseara la buena nueva y lo cierto, es que nuca se trató de eso. “Viento del sur, / moreno, ardiente,” Al entrar entendí, a oscuras llamaba la melancolía a mis puertas, el pasado se hacía presente y la primavera me inundaba los pulmones, viento del sur...

Estabas tú, en un fondo bruno y hermoso, cambié de año, a una semana santa, en un garito muy recordado, donde solía encontrarme con Elton y cantar por Isma en las noches en las que andaba enamorado. La luna se escapaba de mis retinas mentales y la mi vista era para tus ojos, casi imperceptibles, las canciones surgen, los versos siguen y no basta tu tez morena y el cabello lleno de bucles para calmar el ansía de un alma que busca compañera en las noches de aguacero y camas vacías.

“Llegas sobre mi carne, / trayéndome semilla/ de brillantes” ay de tu luna, ay de mí, pensé. Al acercarte, la mano en mi espalda sin el corazón de Sabina pero con tus ojos de gata y la alcoba en la vista de un deseo irremediable. El escalofrío de un niño de quince años que recorre el cuerpo como un rayo y la luna cada vez más lejos y el amor cada vez más cerca, y yo, y tú, y tú y yo; todo enrevesado, todo rotando, todo girando frente a mí; frente a mí tu sonrisa que más vale un cielo tapado de negro que no ver tu sonrisa, tan amplia, tan azul, tan mar, y dice Isma: me duermo en tus ojos; yo me derrito en deseos vanos que se pierden en una boca tan bella como una “veleta”, y al tocarme, recordé, aquella mujer, aquella Santa Verónica con su manto a rastras y su eterna belleza que aún palpita en mis recuerdos, tanto me recuerdas; “aquella manos, aquella mujer, aquel invierno no paraba de llover…” y vértigo (me dije) que el mundo pare que ya estás sobre mi carne. “Miradas, empapado/ de azahares.” Y al irte, mantén las distancias, pequeño Ismael, sé cuervo por una vez, pero al cruzarte pensar que mas da, una mirada no hace daño (aunque si duele) para ver tu figura alejarse, tan dulce, tan hermosa, tan bella, tan…

Llegó la primavera y la sangre hierve, ahora entiendo a Lorca y comprendo el amor a su Luna, ahora entiendo que somos veletas, que cuando el escalofrío te golpea no se puede escapar, sólo señalar la dirección correcta y esperar a que todo lo intrincado se vuelva una línea que desdibuje maravillas en un cielo azul e inmenso, y que la espuma que llega a mi orilla sea salada y blanca, y mientras tanto “!Hazme caso! /gira, corazón; /gira, corazón.”

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