viernes, marzo 26, 2010

Primavera



Ya está aquí, llegó hace unos días, malvada, soleada y sonriente. La primavera entra por esa puerta grande con un letrero en el quicio que pone ALMA. El parte de daños ya es muy largo, aunque nada en comparación a lo que terminará siendo. Los cielos acabarán por despejarse, el sol tomará su trono en lo alto de un cielo azul (añoraré mi cielo plata) y el calor empezará a sofocar a los pobres seres humanos, ignorantes de la trampa que supone… El amor brillará, ya se ven parejas buscando en la nocturnidad de sus hormonas una farola rota, un portal, la callejuela oscura que les sirva de escudo para poder abrazarse y besarse con total impunidad amorosa.

Cada vez que llega esta época mi alma se sumerge en un sin fin de dilemas, un baile incongruente de sentimientos forjados en la fragua de la soledad más posesiva y violenta; siempre acabo por cometer los mismo errores, primavera tras primavera (dolor tras dolor, diría José Hierro) veo desde la ventana a mi dulce Carola deseando que el tiempo se quedara en la floración y los frutos nunca llegaran, pero nunca pasa eso.

Ahora, mi error está por ahí, seguramente con el corazón en carne viva, deseosa de unos brazos que la mantengan caliente mientras el siniestro frío de la primavera nos azota; yo, permanezco tras mi ventana vigilando, observando, admirando a esa pequeña mujer pasar un día tras otro tras el cristal de mis pupilas desgarradas y apretando, más y más, mi corazón en un puño: Oh! Triste desamor/ tristes penurias las del corazón… Ignorante ella de que mi corazón está dispuesto a cuidarla, a dar ese cariño que tanto ha luchado, a ser esclavo de una pasión que a perdido ya mil batallas, que está dispuesto, simplemente a ser un hombre enamorado de su sonrisa grande y blanca, de sus ojos que profundizan hasta la eternidad o de su mano ardiente y sincera. ¿Cómo pueden mentir unas manos? O cómo podría mentir el aroma de su cuello, a mezclas de viento y espuma de sal, a blanco azahar y regaliz que me lleva a mi niñez más febril y amorosa.

Dentro de tres meses, el amor se irá de mí… volveré a cerrar las puertas, a cubrir los muebles de mi alma con las viejas sábanas que una vez cubrieron mi cama y volveré a mi otoño con un verano de antelación… pensando en aquello que pudo ser y no fue, en aquellas manos, aquella mujer… en la sensación de sentirse enamorado y no correspondido, en la verdad universal de que el amor siempre te vence por mucho que quieras engañarlo… por mucho que quieras ser el apuntador de esta obra de teatro que se llama vida, más tarde o más temprano todos acabamos siendo actores.

5 comentarios:

Belén dijo...

Y como siempre!.... pensando en el final de la obra, sin tan siquiera haberse levantado el telón :)

Daniel Díaz dijo...

Anda que...

Belén dijo...

Qué de qué?? jajaja!!
Lo digo por la primavera que no ha llegado y ya estás deseando que se vaya...

Daniel Díaz dijo...

Es una estación traicionera... te vuelve las hormonas locas y hace que te confundas...y que quieres que te diga...la primavera para los enamorados...los pobres de espíritu como yo preferimos el otoño

Belén dijo...

Los pobres de espiritu dice, jaja!!. Que es qué la gente no se enamora en otoño ni en invierno, sólo en primavera??