lunes, septiembre 15, 2008

kemando el último cartucho.



 Me dejaba la piel de mis dedos intentando afinar esa guitarra vieja que tenía en el armario tú, hermosa, indecente y seria me mirabas desde la cocina, y con un dulce y grande abrazo me pedías que por favor te compusiera una canción, mi cigarro se estaba apagando, y tu mirada se me clavaba en el corazón como aquella vez la clavaste tan hondo que aún no me siento el alma ni las entrañas. Comenzaron a sonar acordes de "vine del norte" y mientras cantaba a Ismael me seguías mirando con desaire y sonriendo, la luna entra por la habitación y mi guitarra suena con más fuerza, y el aire sopla con fiereza y yo, cómo no, desafino más y más, pero sentía tus manos en mí, asiendo fuerte la estela de mi ser como si un cometa explotara en nuestro techo. Ahora es casi Otoño, ya ha pasado el día mágico de mis 27, y cuando llego a caso sólo tengo platos que fregar y ganas de dormir. Cómo te puedo componer una canción si no te encuentras cerca de mí. 

A veces pienso que todo ha sido un espejismo y que el triste devenir de mi desidia no ha pasado y sueño con relojes de arena congelados, miro hacia la cocina y tú sigues ahí, mirándome fijamente mientras toco mi vieja guitarra, y hay días en los que se me ocurre improvisar algo de blues, mientras te miro, pero el viento vuelve a soplar por la ventana y tu te desvaneces con él, y yo me consumo contigo. Ya hace días que compré una nueva guitarra y aunque, conservo mi vieja guitarra, sigo cantando (y desafinando) las canciones de Ismael, porque cuando canto yo mismo sólo me salen acordes de dolor y miseria, pero día a día toco más piano, más suave, más calmado, porque sé que tú ya no me escuchas vibrar las cuerdas, y la verdad no quiero que la escuches, ahora va acompasada a mi latir, y de vez en cuando un poco de hierba me alivia el dolor, y un poco de ron me revive mientras en mis oídos sigue sonando "vine del norte", esperando una historia de amor que me haga sentir yo, y no el niño que sigue tocando su guitarra vieja esperando a que me abraces, te fuiste con el alba y ahora te veo como la "peregrina de Casona" con sus manos heladas, pero a mí se me van calentando poco a poco, a cada golpe de guitarra me arden los dedos, y noto que hay vida en la caldera de mi cuerpo y con eso sobra, no busco otra cosa, sólo que mi último recuerdo se queme como si fuera un cigarrillo de papel....      Ke como dice robe sigo <oír ni dar...>> 

1 comentario:

Anika dijo...

Qué bonito. Gran sentimiento.