martes, septiembre 09, 2008

Mi último encuentro

Deambulaba por la noche con la tristeza de un moribundo, pensando en mi desidia, en el dolor que sentía y en todo lo que se me avecinaba dentro de mi propio ser. La noche me embriagaba con su dulce aroma a desprecio y mi corazón se rellenaba de odio a cada instante, el dolor me iba cubrimiento como si me adentrara en una playa, hasta que me ahogaba con su resentimiento salado. Tanta angustia casi no me entraba en el alma y su recuerdo comenzaba a aflorar en mi mente, la veía vistiéndose frente al espejo con su cuerpo perfecto, peinándose su cabello dorado, terso, diáfano y bello, maquillando su rostro hermoso, mientras yo me acercaba lentamente hacía ella, le sujetaba el hombro firmemente, perdiendo mis dedos entre sus cabellos amarillos y soleados, acercando mi aliento a su nuca hasta llegar a su cuello palpitante y fino, hasta que alzo los ojos frente al espejo y no soy yo, se viste para otro, se peina para otro y se maquilla para otra persona, mientras yo me muero. Volviendo a la realidad la garganta se volvía cada vez más seca y áspera, y yo me quería morir, y en cierto modo, muero un poquito cada noche.

Continuaba el paseo nocturno y el aroma se volvía cada vez más pesado, un pareja se abrazaba en un escaparate, y una música comenzaba a oírse levemente, paulatinamente me acercaba a lo que parecía una fiesta, a la orilla de la playa unas veinte personas, no estaba invitado pero algo me empujaba hacia allí, me quedé a una distancia prudencial, y entonces vi a mi destino llamándome a gritos, bailaba como una dulzura sensual y casi ilícita, ella no se había percatado de mi presencia, mientras dibujaba estelas en el aire con sus caderas hacía un lado y a otro, daba vueltas con los brazos estirados, y de repente todos desaparecieron, y un sol grande apareció de debajo del agua iluminándolo todo, y me pregunté si aquella noche llevaba puesto el corazón por qué no lo sentía latir. Ella sé dio la vuelta, y me penetró con la mirada, se clavó en mi alma como un proyectil a quemarropa. Pronto todo pasó, se acercó a mí y con sus manos suaves, calientes y mojadas me tapó los ojos y el dolor despareció, la tristeza ardió y se evaporó como el humo de un cigarro. Mantuvo sus manos en mis ojos y comenzó a bailar, y la quietud volvió a mí, yo no la podía ver pero la sentía, cada movimiento, cada paso mágicamente acompasado por la música, la sangre me hervía, mí corazón latía con fuerza hasta que soltó mis ojos y volví a la vida, giro media vuelta y me dio la espalda, continuaba bailando, rozándome con una sensualidad prohibida, asió mis manos y se agachó para luego volver a subir dibujando un corazón en el aire, bajé la mano y sentí uno de sus muslos, ardiente y sudoroso, olí su cabello, y el corazón exploto irremediablemente, ella se volvió a girar hacía mí, asesinado mis recuerdos con sus ojos negros y su sonrisa indiscreta, el pelo le llegaba a la cadera y su rostro era indescriptible, me abrazó mientras continuaba bailando, ya no oía ni la música, me agarró de la mano y me rozó el cuello con sus labios traspasándome la piel con un sin fin de sentimientos diferentes y abigarrados hasta que me besó… lo demás no lo recuerdo, o no lo cuento, pero mis recuerdos desaparecieron desde aquel día.

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