domingo, febrero 22, 2009

Dos palabras, Ismael y la chica del vestido marrón

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Van casi dos horas encerrado con mi guitarra, la pobre cada vez suena peor o soy yo que cada vez la manejo peor. Aquí estoy con Ismael de fondo diciéndome que ya ves, a veces se cansa de ser hombre y también le agota escuchar que todo va bien, y yo casi llorando, creo ambiente con la luz apagada y unas velas que iluminen la penumbra de mi corazón, intentando sanar la herida de mi burbuja particular, de mi sala vip imaginaria, pero el cristal invisible que uso de barrera no sana como la carne. Con la mirada perdida y sin hacer caso a la música recuerdo la noche de ayer y me causa un profundo dolor, un dolor amnésico, un dolor calmado inherente a una sensación tan olvidada, que ahora me duele tanto, que ahora significa tanto, pero sigo con mi guitarra y la mirada perdida intentando transportarme de nuevo a ayer noche, cierro los ojos y en cuestión de segundos las paredes desaparecen, la música cambia, el ambiente, todo gira y todo se trastorna, hasta que retrocedo en el tiempo y vuelvo a la noche anterior, vuelvo a ayer noche.

Ella estaba allí, ya sé como se llama pero no revelaré su nombre. Allí estaba ella, la chica de anoche, la chica del vestido marrón, durante dos horas la estuve mirando con ardor, con avidez, tan hermosa, derrochando beldad, su cabello, sus ojos mirando hacia un lado y otro, sus labios, me deshacía en mi interior, me perdía imaginando conversaciones, imaginando situaciones, paseos por la orilla de mi playa, decirle: -quieta ahí, ¿los labios o la vida?-, rozar su mejilla con el dorso de mi mano y sentir el calor, mirarla directamente a la puerta de su alma y decirle: te escribiré poemas el resto de mi vida, pero deja de oprimirme el corazón que me duele como a un guerrero herido en su última batalla.

Pasadas dos horas me acerqué, poco a poco, paso a paso, mientras me iba a cercando yo me iba empequeñeciendo y ella, cada vez, más grande y más bella y más linda y más lejos de mis manos, tomé aire y grité (vértigo que el mundo paré); con su mirada despistada. Me tenía atrapado, frente a mí sus ojos pequeños, su boca, su nariz, su escote, sus piernas que no terminan, su vestido hasta las rodillas, todas sus facciones perfectas, todo donde debe estar, tan deseable, sublime, pero aún así, me desgarró como una apuñalada; con un corte limpio y sano en el centro de mi burbuja de cristal. Fue tan doloroso, volver a pisar tierra, el aire olía diferente, no tan viciado, tanto tiempo con mi armadura de hojalata que me sentí desnudo, y al tenerla delante, fue como un tiro. Sentir el proyectil girando y girando mientras avanza dentro de mi carne, de mi corazón en cueros vivos, y con el temblor de rodillas, los nervios de mi estomago dije hola.

Sólo fueron varias palabras que no tienen importancia, sé que fui un inútil, sé que pudo ser mejor, sé que no cubrió las expectativas, pero en aquel momento supe también que, esta historia no terminaría ahí, aún quedaba mucho por hacer, mucho por hablar, mucho por escribir, mucho por imaginar. Vuelvo a mi habitación, con el olor a cera deshecha de las velas, con las lágrimas en mis ojos, y con la canción por terminar a falta de un acorde, acorde que no voy a tocar, porque esto no ha acabado aún, porque Ismael tiene que cantar mucho aún, por que dos palabras no es suficiente, porque sigo buscando a la chica de anoche…

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