domingo, abril 19, 2009

Pelo Rojo, Esperanza Roja


Las noches trascurrían vivas, llenas e infinitas, todo parecía eterno, todo era etéreo, cristalino, tu pelo teñía con su rojo el cielo constipado de estrellas luminosas y grandes, sonaba Elvis en el coche, y con su Love Me Tender nos metíamos mano con la indecencia de quinceañeros, el verano nos abrasaba la piel y la desnudez nos hacía vibrar en el río, todo era perfecto, tus ojos gritando al cielo y tu risa recorriendo las calles vacías, yo me sentía inmortal al tocarte y parecía volar en espiral con cada beso, tú, tremenda y guapa, tan bella que a cada momento que pasaba me parecía verte levitar, alzándote hacia tu olimpo como una diosa griega. Eran días que ahora recuerdo sin poder evitar llorar de amargura, verte sonreír era el oxigeno y los paseos, las noches tumbados en la hierba era el agua, no hacia falta comer sólo vivir en tus caricias, mirarte desde lejos y sentir que el mundo giraba en la palma de mi mano, y a cada lágrima se le unía un suspiro, una esperanza de que todo era posible, de que la esperanza existe más allá de lo que nuestra mente podía imaginar. Y cuando nuestra piel se hacía una, el cielo y la tierra se disolvían en uno con el cántaro mágico de Iris y sus alas doradas, veíamos el océano en la panza de una piedra y el amor en cada esquina y los besos en cualquier sitio, retozar en la playa y la arena en los bolsillos, todo valía, todo era posible, después llegó el nubarrón y todo se fue con la lluvia. 

Ahora el tiempo ha pasado, la desidia a hecho estragos y todo es gris, ahora que ya he perdido el pelo y que mi corazón pasa sus días en el inem, ahora que sé que mi alma también puede llorar y que lo que es uno siempre puede volver a ser dos, ahora que ya no tengo tu cabellos rojizos, el caoba perfumado a hierba y a risas, al azahar de los naranjos y al rosa del melocotón, ahora que no me quedan versos y que agotaste toda la poesía que había en mí, ahora que el alcohol ya no me puede enseñar nada y que la noche se volvió mi enemiga, ahora que tú ya no estás, ahora que sé todo eso, ahora, que sé, que ya no hay esperanza, que en realidad, la esperanza nunca existió, que todo fue como un sueño, algo onírico, que nada existe y lo real nunca lo es, y que la esperanza sólo fue a lo que me agarré para sobrevivir, sólo fue roja esperanza.   




Desde que llovió la nube nunca se fue, sigue sobre mí y sólo me queda recordar las cosas buenas porque las malas las sigo viviendo una y otra vez, una y otra vez, como una pesadilla incansable en la que nunca despierto, y sólo despierto cuando vienes a verme, descolgándote del techo por las cortinas como un fantasma, con tu vestido rojo a juego con tu pelo y con el marrón de tus ojos invadiendo mi cama como un ejercito rabioso, te acuestas a mi lado y me vuelves a acariciar con tus manos gélidas, me estremezco y te vuelvo a añorar, te pasas la mano por el pelo y veo la cinta que te regalé, aquella cinta roja que siempre llevaba atada a mi guitarra, te recoges el pelo con ella como lo hacías antes y me vuelves a seducir, porque dejaba tu cuello al descubierto y siempre sonreías cuando yo te miraba, y entonces dejas tu caer tu cabeza en mi pecho y ríes y cuando soy más feliz despierto y empieza a llover de nuevo en mi habitación, empapado, con el corazón calado hasta los huesos y el alma en cueros vivos ya no te encuentro, miro la guitarra y la cinta roja no está, entiendo que te fuiste y mi esperanza, mi roja esperanza se fue contigo. 

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