domingo, abril 05, 2009

Ana


Hay muchos días en los que no puedo escribir, hay días que no sale nada de mí, que no ocurre nada o que simplemente la rutina me adormece la mente, la inspiración o cómo quiera que se llame el sitio de donde salen mis letras; pero entonces ocurre, ese momento mágico en el que sales del sopor, mejor dicho, en el que alguien inesperado te saca de él.

Ahí me encontraba, casi sólo, ensimismado en mi mundo, quizás pensaba en por qué no podía escribir o en lo aburrido que estaba y lo cansadas que habían sido estas últimas semanas, no distinguía las caras, solo unas luces, una mancha de colorido indescriptible y unas pupilas dilatadas que navegaban por mi mundo intrincado y a veces maravilloso, pero siempre solitario, y entonces la magia. En un segundo todo cambia y alguien se mete en tu mundo donde vas a olvidar para agarrarte bien fuerte y llevarte al suyo.

Entró como un huracán, devastándolo todo a su paso, arrasando mis defensas fortificadas a base de dolor y soledad, derribando muros impenetrables sin el menor esfuerzo y dentro de mi asombro veo su mechón de pelo ocultando uno de sus ojos y el otro visible, clavándose en mi subconsciente como una antorcha ardiendo, caliente y dolorosa, derrochando más belleza por aquel ojo de la que había en todo el lugar. Me vio, triste, sólo, casi derrumbado y me rescató, me acercó su mano, lo justo para poder oler a mezclas de tabaco y ron, el perfume del amor (para mí, claro). Alcé la mirada y me encontré con ella como quien se encuentra un cometa sobrevolando el cielo en una noche de verano calurosa y eterna, el mundo giró más deprisa y más deprisa, o quizás fue mi corazón el que se aceleró y de repente me dio la última estocada, me sonrío, sonrío como quien ve nacer a alguien, como quien se enamora por primera vez, como quien se despierta con el calor de un minúsculo rayito de sol en la mejilla, como quien abraza a alguien de madrugada, como quien roba un beso debajo de una farola en un día de lluvia, como quien… Los destellos de su sonrisa me encandilaron, y el brillo de sus ojos me calmaron y por primera vez en mucho tiempo no tuve nervios, el candor que emanaba me calmaban como un lexatín con vodka (esto va por ti pequeña), y me sentí feliz, con ella, por dos minutos de conversación, por unas risas que me devolvieron a la vida, por un chupito de Matusalén estupendo, por verte bailar y por un recuerdo que me acompañará durante mucho tiempo… Y ahora…Ahora como siempre a escribir, y a cada letra dolor… dolor de no haber preguntado más… de saber sólo un nombre en un mundo tan grande… y a seguir escribiendo pedacitos de mí… y a seguir buscando que alguien como tú aparezca… y que nunca más se valla… Y ahora a seguir escribiendo… tan solo con un nombre en un mundo tan grande…

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