domingo, septiembre 12, 2010

Un momento a solas

No se paró el mundo, no sé detuvo el tiempo, al contrario, los minutos pasaron volando cómo si el mismísimo Dios quisiera darme la vida pero al mismo tiempo castigarme con la crueldad más fiera que existe. La penumbra lo cubría todo y mi cuerpo se desarmaba a una velocidad vertiginosa. “Felicidad, que bonito nombre tienes…” resonaba por mi mente, por mi rostro aguado con escasas lágrimas que emanaban de mis ojos perplejos, la sonrisa en mi boca y el preludio de que la tristeza se había marchado, hacían que mi corazón titilase vagamente como una estrella solitaria en un cielo raso, nocturno y azulado.

La oscuridad se iba deshaciendo muy lentamente entre suspiros, entre tus manos pequeñas y dulces, tus labios me rozaron y el desastre me invadió como una batalla que de antemano tenía, tengo y seguiré teniendo perdida. En un momento tu abrazo, tu cabello enredado, y al mirarme anidaste en mi corazón por los siglos de los siglos; escondías los ojos entre sonrisa y cariño, entre un amor que ya dura cien años. ¿Dónde has estado todo este tiempo? ¿Por qué este regalo ahora? ¿Por qué este sueño? Sueño que no tendrá fin mientras aguante tu olor en mi piel. Aún ahora que ya han pasado muchas horas, quizás demasiadas, sigo teniendo la sensación en mi boca de tener aferrados mi vida a tus labios carnosos, la escalera de tu piernas, tu espalda pequeña, tu regazo acogedor… Elevaste la cabeza y tu mirada se me clavó en el corazón como un puñal y mientras mi pecho sangraba el cielo se hizo carne, el azul se hizo mujer entre mis brazos y como un tonto enamorado lloré como un niño porque sabía que tu ausencia me abrasaría el alma, porque la melancolía de no tenerte a cada instante, a cada segundo, a cada momento me envenena la sangre.

Se hizo el día y con él mi desidia, volvió a mi corazón la tristeza y la pena pero con esperanza, quedó en mis manos el roce de tu piel tersa, en mi pecho restos de tu cabello alisado. Se hizo el día y con él, el abandono momentáneo pero quedó en mí el recuerdo de un momento a solas que perdurará toda la vida guardado en un baúl en lo más profundo de mi corazón; te vi alejarte y se me partió el corazón otra vez; me humedecía la boca y sentía de nuevo tus labios en ella; enamorado vi como te marchabas con tu imagen en mi cabeza y el reflejo de tu belleza en mi retina, tu hermosura en mis ojos para toda una vida. Se hizo el día y odie al mundo por no detenerse, por no parar siquiera un segundo, siquiera un latido, siquiera lo suficiente para que me hubiera dejado llorar esta alegría, para que no tuviera que llorar ahora escribiendo estas letras de ausencia y añoranza; sólo un momento a solas pedía y cuando lo tuve quise que durara eternamente.

Ya han pasado horas, vuelvo a decir que demasiadas, y la felicidad se mantiene integra y mi corazón late con fuerza porque con sólo un beso he sido feliz, con sólo una sonrisa he vuelto a ser hombre, con un abrazo he vuelto respirar aires de amor, con sólo oler tu pelo volví a llorar lágrimas de adolescente y con sólo una mirada me he enamorado. Ahora queda añorar y desear, viajar por mi mente a ese lugar maravilloso que eres tú, donde fui hombre otra vez y al marcharme dejé mi sentimiento, mi mente y todo mi ser. Ahora sólo queda esperar a que el tiempo me vuelva a llevar a ti, a tu regazo, a tu cabello enredado entre mis dedos y a tu sonrisa de niña pequeña, al cielo que hay entre tus manos y mi piel. Ahora sólo queda esperar para poder volver a perderme en aquella mirada que me desarmó y me desvalijó el corazón…mientras tanto cerraré los ojos para poder ver una vez más tu imagen en la oscuridad de la noche.

No hay comentarios: