sábado, noviembre 15, 2008

Brugal, un vestido y una melena negra.


Son raras las noches en las que me doy cuenta de lo que pasa a mi alrededor, normalmente las paso hundido en mi propio mundo y en mi pensamiento extraño y raro, vagabundeando por cosas a las que yo mismo no les encuentro sentido, pero hay otras noches. Noches en las que azuzado un poco por un poquito de brugal, sueño despierto pero no en mi cabeza ni en mis pensamientos sino en la realidad que me rodea, a veces puedo parar el tiempo por unos segundos o esa es la sensación que yo tengo, ralentizo un paulatinamente todo lo que envuelve hasta que consigo parar del todo; en esos momentos intento quedarme con algo, con alguna imagen, un recuerdo para que cuando vuelva a mi mente llena de caos y de incongruencias metafísicas pueda tener una ínfima oportunidad de encontrar algo que le de sentido a todo ese desvarío enajenado que es mi pensamiento. Ayer tuve una de esas capturas ralentizadas. Un vestido negro y una melena negra, no me pude fijar mucho en el rostro de la muchacha que lo llevaba, pero su silueta girando lentamente quedó grabada a fuego en mi cabeza y a hielo en mis retinas; estaba bailando. Es difícil imaginar el poder que tiene la danza en mí, es algo que me cautiva y me da terror al mismo tiempo, por que hace aparecer en mí los instintos más primarios de mi naturaleza, a pesar de que siempre intento reprimir lo que siento y razonar hasta unos límites casi inhumanos, cuando encuentro una mujer de esas características moviéndose con la dulzura de un ángel flotando como dos gotas de agua en medio de lluvia, el corazón se me cierra como si fuera un puño de piedra, las arterías se me comprimen, y la tristeza me abandona por un segundo. Ver moverse una figura entre sombras borrosas y extrañas, mientras una melena lisa, azabache y oscura sigue al cuerpo con una perfección milimétrica me desinhibe de tal manera que por unos instante encuentro la felicidad, el nirvana más absoluto, aunque después, todo vuelvo a su estado normal, el tiempo empieza a correr a la velocidad vertiginosa de siempre y mi tristeza me vuelve a envolver, entonces llego a mi cabeza y a mi autismo permanente y vacío donde sólo quepo yo y nadie más, aunque a veces entre tanta oscuridad el recuerdo de una mujer de piernas largas y figura esbelta que baila para mí con su precioso pelo negro hace que unas poquitas y pequeñas partículas de alegría invadan mi estrafalario mundo.

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