miércoles, marzo 25, 2009

Adiós

Adiós. Así sonó. Simplemente adiós. Siguió sonando una y otra vez sobre la acústica de aquel lugar. La estación de tren estaba casi vacía. No llegué al aeropuerto, me quedé en semifinales porque no daría la talla, casi nunca la doy. Adiós. Sigue sonando como miles de destellos reflejándose en un espejo dentro de mi cabeza. Adiós, sonó después de un beso que duró más de quince minutos y un abrazo que creo aún dura; y después, sólo quedan mis palabras escritas en este papel. Pasó un día y aullé a la luna como un loco pidiéndole que me envolviera entre sus brazos de luz y me acunará como a un bebe mientras conciliaba el sueño, pero mis pies nunca se movieron del suelo. Después de una botella del ron mágico creí verla paseando entre los árboles del bosque como el primer día, con su pelo rizado y sus ojos mirándome fijamente mientras se apretaba el labio con sus dientes; ¿y ahora qué? El tirante le caía del hombro y su pelo lleno de bucles ardía sobre la madrugada, atados con la cinta roja que me robó una noche del mástil de mi guitarra. Se paró el tiempo y sonó un adiós. ¡Maldita sea! Sal de mi cabeza. Seguía caminando descalza entre las brozas y la maleza sin hacer ruido, las pupilas se me dilataban y todo era tan real, sus piernas brillaban, reflejaban la luz de la luna mientras mis compañeros seguían aullando como lobos enfermos y enajenados, yo comencé a perseguirte pero nunca te alcanzaba, siempre a punto, no lo logré. Volvió a sonar el último adiós y te desvaneciste como un fantasma y yo me puse a llorar como un crío, borracho, pero como un niño que se ha hecho mayor de golpe.

Han pasado varios días y no sé cómo ando tan sereno, han pasado muchos minutos sin ti a mi lado, y qué quieres mi mundo no se ha paralizado, el corazón no me oprime y mis pulmones cogen todo el aire que pueden. Pero. El pero es, que te echo de menos, más de lo que nunca hubiera imaginado, que no estoy echo polvo pero veo tu cara cuando cierro los ojos, que pienso en ti a cada instante y que mi estomago se llena de nervios cuando suena el móvil y mi corazón de tristeza cuando veo que no eres tú. Lo cierto es que a tu almohada ya se le ha ido tu olor de tanto abrazarla, la verdad es que la cafetería está oscura y tenebrosa sin ti detrás de la barra, e incluso el brugal sabe menos dulce si no lo sirves tú con la eterna sonrisa y con la luminiscencia de tus ojos cautivándolo todo. Lo único cierto y verdadero es que no estamos juntos pero estamos unidos. Y vuelve a sonar un adiós, y cada cierto tiempo vuelve a sonar, palabra que ya me acompaña en mi día a día: no estamos juntos pero estamos unidos.

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