viernes, marzo 06, 2009

Mi Querida Lisboa II

Sólo había pasado una noche en la ciudad pero era como si sintiera que hubiera vivido allí toda la vida, como si hubiera vivido en ti toda la vida. El alba comenzaba a despuntar y el vestigio de los olores de la noche lusa se infiltraban en la habitación como un torrente de sensaciones inesperadas. Desperté. Entre sudor y pesadillas, creyendo que todo era un sueño, que mi cama estaba vacía, que mi corazón estaba parado, que el día no existía y la noche se había marchado junto a tu recuerdo. Al abrir la ventana todo se hizo realidad, Lisboa aparecía ante mí majestuosa, solemne y bella como la flor que se abre en la primavera desconsolada, aspiré fuerte y absorbí lo embriagador del momento, pero ¿dónde estaba ella? Mientras fruncía el ceño por el sol escuché la voz y el “Flash Back” fue instantáneo; las paredes eran rojas y hacían juego con las flores del local, la barra era de madera y muy pequeña, y unas ocho o nueve mesas con una vela orientadas hacía el pequeño escenario. Tu voz, aterciopelada y sensible fue como un taladro en la sien, tu vestido azul y la forma de mover las manos…
- De dónde vienes?- me preguntaste.
- Tan sólo estoy huyendo.-
Me abrazaste sin más, ni una explicación ni una palabra, tan sólo la expresión de mis ojos y mientras me abrías el corazón para que yo pudiera esconderme en él me hiciste feliz sin saberlo; aquella noche trabajé en el local hasta media noche, después de cerrar, paseamos por Lisboa, por el puerto oliendo a pescado, tomamos café en un parque...

-Dónde dormirás hoy?
-No lo sé, da igual, demasiado has hecho ya por mí.

Me cogiste la mano y la apretaste contra tu pecho, seguimos paseando hasta tu casa, el calor abrumaba. Mientras me preparabas la ducha yo miraba las fotos del salón, la noche siguió. Conseguí dormir, pero pronto volvieron, las pesadillas, aquellas de las que huía, y en medio del fragor de la batalla, tú piel. Sentí tú piel, fina y suave, el calor de tu piel abrazándome con ternura, su pierna encima de la mía, el sudor de sus muslos y el olor a mujer me descompusieron el alma.

De qué huyes?-
Sólo busco paz- Le contesté entre suspiros.
Encuéntrala en mi boca-

Encuéntrala en mi boca me dijo, y así lo hice, encontré la paz y la vida. Ahí me encontraba frente a la ventana, Lisboa a mis pies y pensando que todo era un sueño pero una voz me sacó del naufragio, la misma canción, la misma voz, corrí hacia la cocina y allí la encontré preparando el desayuno, mi paz, mi felicidad.
-Deja eso- le dije.-Ven aquí, ven a la cama.

Y allí permanecimos, quietos, invencibles, mirándonos a los ojos casi sin respirar y con el ansía de buscar el amor en dos almas desconocidas. Pasaron los días y quedaron las noches, cada una mejor que la anterior, cada beso más intenso que el anterior, las noches de amor se sucedían y Lisboa nos contemplaba como la luna contempla el mundo desde su trono imperecedero. Quedaron nuestras marcas en las sábanas del colchón y el amor en la paradoja de nuestra necesidad, quedó nuestro cariño como una bandera en terreno virgen, quedó mi soledad allí como su saliva en mis labios, como el recuerdo de su canción en mi oído, como mi huída se quedó en mi querida Lisboa.

No hay comentarios: